Servando Gómez, La Tuta, es la “cereza del pastel” con la que el gobierno de Enrique Peña Nieto pretende aparentar que su estrategia de combate al narcotráfico es la correcta.
Es tan importante para el gobierno federal aprehender al jefe de Los Caballeros Templarios que durante la cumbre de los presidentes de Estados Unidos y Canadá que se realizó en Toluca este miércoles, se propagó la especie de que ya habían detenido al jefe de la banda criminal de Michoacán como muestra de la capacidad de presidente mexicano ante Barack Obama.
Con ánimo desbordado el pasado lunes el comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral de Michoacán, Alfredo Castillo Cervantes, aseguró que la detención de La Tuta era “inminente” e informó que se encontraba “acotado” y “acorralado” por las fuerzas federales.
La Tuta, por quien la Procuraduría General de la República ofrece una recompensa de 30 millones de pesos, es la misión rencarnada de la estrategia policiaca militar que Peña Nieto ha desplegado en todo el país para combatir al crimen organizado y que en Michoacán se convirtió en crisis de gobernabilidad salvada por la presencia de los grupos de autodefensa ciudadana.
Si estos últimos grupos civiles no se hubieran expresado hace un año, si no hubieran avanzado desde finales de diciembre “liberando” con su presencia armada poblaciones que estaban bajo el yugo de Los Caballeros Templarios, amenazando con extenderse en todo Michoacán, el gobierno federal no seguiría con la misma decisión de contener a los delincuentes y vigilar los caminos.
Y La Tuta seguiría reinando con el terror la región de tierra caliente y casi la totalidad de los 113 municipios de Michoacán.
Atrapar a Servando Gómez es entonces algo más que “la cereza del pastel” del plan de rescate de Michoacán, como lo dijo Castillo al advertir que esa detención “se va a dar” pronto. Es la justificación del programa de seguridad de Peña Nieto, la razón de ser de su estrategia de combate al narcotráfico, la señal de que han recuperado territorio en Michoacán y una muestra de gobernabilidad.
En el mismo sentido, si no detienen al jefe de Los Caballeros Templarios el gobierno peñista mostrará debilidad y dejará en pésima posición ante la sociedad y frente a los otros grupos criminales a la policía federal y al ejército que se ha mantenido un tanto al margen del plan de recuperación en Michoacán.
A eso se reduce la presencia de más de 10 mil elementos policiales y militares desplegados en Michoacán, en detener a La Tuta y no en combatir de raíz el problema del crecimiento y extensión del crimen organizado en esa entidad, que ha llegado a convertirse en un estado paralelo, en el cual participan representantes de todos los niveles de gobierno, en una simbiosis de política y narcotráfico, peligrosa para la estabilidad de todo el país.