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#QUEREMOSALCHAPO, la marcha fue todo una fiesta

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“¡Para que vean lo que lo queremos!”, soltaron las señoras. “No queremos otra guerra. Liberen al Chapo”, advirtieron en carteles. 

“¡Al Chapo se le quiere y se le respeta más que a muchos políticos!”, señaló otro cartel. “¡Queremos un juicio transparente!”, también se leyó.

Unas señoras de la zona rural afirmaron que recibían despensas y otras ayudas del narcotraficante. Muchos llegaron en camionetas con cajas llenas de tamales que fueron repartidos entre los manifestantes.

Se reproduce un fragmento de la crónica del portal de Sinaloa, Noroeste, sobre lo ocurrido en Culiacán:

La marcha por el 701

CULIACÁN._ El niño no pasa los 6 años. Va sobre los hombros de un hombre joven, quizá su padre. Alza por todo lo alto un cartulina reclamando respeto a los derechos de Joaquín Guzmán Loera.

Está por llegar al Ayuntamiento de Culiacán y de golpe todo se vuelve incomprensible, los sentidos se aturden. Casi se puede percibir el crujido de la razón cuando se rompe como una delgada tabla.

“¡Que viva el Chapo!”, grita con toda la fuerza que pueden dar un par de pulmones de niño. 

Sólo lo hace una vez, pero lo suficiente para que unas muchachas en edad de preparatoria le festejen.

El hombre que lo carga nada más sonríe, orgulloso.


Niño, hombre, estudiantes, son parte de la marcha, cuyo motivo es, según los anónimos convocantes, “exigir la liberación del capo y héroe sinaloense”.

La gorra y el pañuelo blanco que cubren su rostro nada más permiten ver sus ojos adolescentes.

Flaco, con un cuerpo apenas en desarrollo y una estatura de un metro cincuenta, él y sus amigos se preparan al pie de las escaleras de La Lomita, punto de arranque de la marcha a favor de Joaquín Guzmán.

“Sinaloa es tuyo Chapo”, así escribió detrás de su camisa. 

“Sinaloa es tuyo Chapo”.

También lo hizo el compañero que no se separa de su lado. Más alto que el primero, pero ambos de unos 14 ó 15 años.

Los dos van perdiéndose en el contingente que como cascada blanca y humana baja de manera sincronizada las escaleras del templo.

Y puntual, unos cuantos minutos pasadas las 18:00 horas, la tambora, la tarola y los platillos anuncian el inicio de la música. Las trompetas, tubas, trombones y clarinetes se unen y dan forma a “El Sinaloense”.

Es la señal de arranque.


A paso de sepelio, comienza la marcha por la Álvaro Obregón, la avenida principal de Culiacán, la capital de Sinaloa, donde también el asesinato de indigentes se olvida rápido.

-¿De dónde vienes?

-Del rancho. 

-¿De qué rancho?

-Pues del rancho, allá.

Hermetismo al inicio, quizá porque aún hay luz del sol. Su mamá acompaña al plebe que, a su corta edad, sabe que no debe hablar.

Otro intento. La niña debe estar en secundaria. Trae también su cartulina con proclamas a favor de “El Chapo”.

– ¿Por qué vienes a la marcha?

Contesta con una sonrisa de travesura, muestra sus dientes blancos y se tapa la cara con la cartulina.

Ya cae la noche en Culiacán, la ciudad de la Cero Tolerancia, según la política reciente del Alcalde Sergio Torres Félix.

La marcha a favor de Guzmán Loera la recorren unas 800 personas, de acuerdo con cálculos conservadores entre periodistas.

Niños y niñas van sobre los hombros o carreolas. Otros más caminan tomados de la mano de sus mamás. Señoras ancianas también acuden a “protestar”.

Estudiantes de preparatoria, principalmente de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y mucha, mucha plebada caminan por la principal avenida, bloquean el carril de sur a norte. No se aprecia vigilancia policial ni operativo de tránsito. El que quedó atrapado, tendrá que tener paciencia.

La gente sale de sus negocios o de sus trabajos. Todos con la misma cara de sorpresa o incredulidad: una marcha a favor de “El Chapo” Guzmán.

Celulares, tabletas, cámaras aquí y allá.

Unos plebes que van adelante cargando una manta ya se ven “grandecitos”. Altos, ya embarnecidos, aunque asumen una actitud de hombres recios, sus caras de niños y el acné los delata. Van saliendo de la adolescencia.

Algunos de ellos traen playera con el 701 marcado al frente.

-¿Qué significa el número?

-Es el lugar de la lista de Forbes.

Tras detenerse unos minutos frente al Ayuntamiento, el contingente sigue hasta Catedral, donde paran a lanzar proclamas por altavoz y a bailar con la banda.

Ya pasan las 19:00 horas y es una fiesta. Dos bandas amenizan la protesta pro “Chapo”.

Una cobraría 3 mil pesos la hora y la otra va gratis, para apoyar la causa.

La calle está tapada desde la Juárez hasta la Ángel Flores, pero una camioneta logra entrar llena de hombres, algunos de ellos con las caras tapadas. Traen tamales.

“¡Los payasos de la Toledo apoyan al ‘Chapo’!”, grita uno de ellos y comienza la repartición del alimento ancestral mexicano.

La gente se apura, sabe que se acabarán rápido.

Cámaras aquí y allá. Todo mundo toma fotos a todo y a todos.

Entonces llega la Polcía Municipal a dispersar al contingente. 

“Vámonos, vámonos”, dicen para ahuyentar a los manifestantes.

El ambiente se tensa. Algunos polis se “encienden”, están nerviosos, pero se contienen.

La plebada comienza a aventarles las botellas de agua que antes se repartieron por cientos en bolsas de plástico.

Los policías municipales se agrupan y comienzan un barrido desde la Ángel Flores hacia el sur.

Griterío, las botellas vuelan y golpean a uno, dos agentes, que siguen adelante sin parar.

Los curiosos no se inmutan, nada más se suben a la banqueta.

La plebada “protestante” corre hacia el norte, en fuga.

Un padre reclama a un policía porque golpeó a su hijo. El joven de unos 15, 16 años, sangra por detrás de la oreja izquierda.

“¡Bien que agarraban la coca!”, les espeta.

“Te va cargar la ver…”, le dice otro hombre al policía. Los agentes le dan 14, apoyo, y por fin logran que padre e hijo se retiren.

“¡Abusones!”, gritan algunos.

En el barrido, dos estudiantes de la escuela de Artes de la UAS son detenidos en la esquina de Obregón y Escobedo, mientras los policías perseguían a otros. Quedaron en medio. Van para al patrulla, esposados.

-¿Qué hiciste?

-Nada, estaba viendo.

La patrulla de la Policía Ministerial arranca con unos cuatro detenidos más. Y apenas se alcanza a escuchar sus apellidos: Peñuelas y Rodríguez.

Hay tres patrullas de la Policía Ministerial frente al Palacio Municipal, básicamente a la espera de que le lleven detenidos (…).







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