No lleva su sangre ni respetó su liderazgo. Por el contrario, Fausto Isidro Meza Flores, “El Chapito” Isidro, se convirtió en el rival más importante de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, “El Chapo” Guzmán, cuando éste trazaba las rutas de su escapatoria, según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Antes de la detención del narcotraficante más buscado del mundo, la agencia de inteligencia estadounidense StratFor perfiló a Meza Flores como sucesor natural del poderío de “El Chapo” tanto en la operación como en la leyenda.
Nacido en 1982, en Bamoa, una sindicatura de Guasave, Sinaloa, Meza Flores perteneció de adolescente a las huestes del llamado Cártel de Sinaloa. Pero en 2008, el camino se bifurcó. El gobierno federal detuvo a Alfredo Beltrán Leyva, “El Mochomo”, y a Guzmán Loera se le atribuyó traición. Era irse con los Chapos o irse con los Beltranes. “El Chapito” Isidro eligió lo segundo y a la postre, fue el único que le plantó cara a “El Chapo” en la disputa por el Triángulo Dorado donde se produce el 80 por ciento de la mariguana transportada hacia EU, cosecha valuada en millones de dólares, según diferentes cálculos. En dos años se convirtió en cabeza de dos cárteles: el de Los Mazatlecos y el de La Oficina.
Hoy, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sinaloa indica que dirige uno solo, el suyo, con el dominio del norte de Sinaloa, así como Los Cabos y La Paz en Baja California Sur. En la ficha del Departamento del Tesoro aparece como líder de una organización criminal transnacional que ha efectuado trasiego de cocaína, heroína, mariguana y metanfetaminas al vecino del norte durante una década. De las fuerzas armadas mexicanas ha escapado por lo menos tres veces.
La Chupa Rosa tiene un solar con cuatro puntos cardinales que dividen el horizonte. En el Norte está el pueblo, hileras de casas con árboles de naranja, mango o aguacate en sus frentes. Por ahí sale el Sol desde las nueve de la mañana y ya no se encuentra fresco ni siquiera entre las ramas. En el Sur se ubica el basurón, un relleno sanitario al aire libre, donde crece como tumor el desperdicio en más de seis metros de altura. Por aquí sólo hay olor putrefacto porque cuerpos de perro, ropa y comida han quedado juntos en el mismo revoltijo. En el Este se encuentra el Centro Federal de Readaptación Social Número 8 –el cuarto penal de máxima seguridad de México–, cuyo rostro de rejas electrónicas da a la carretera 300 y donde habitan 500 reos de alta peligrosidad. Fue una de las tantas paradas del maestro Alberto Patishtán y la bautizó así: “El cementerio de los vivos”. En el Oeste, el terreno es libre. Ahí está el campo donde Isidro Meza Flores –“El Chapito” Isidro– entrenó a su sicariato durante la década pasada, a veces con bala al aire, a veces con técnicas militares.
Él es el otro Chapo, el hombre que el Departamento del Tesoro tiene ubicado en sus boletines principales sobre México como “rival principal” del Cártel de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán en el trasiego de metanfetamina, heroína, mariguana y cocaína por la ruta México-Estados Unidos.
Él es el líder operativo de la organización de Héctor Beltrán Leyva y grupos que por ahora son consideradas células como Los Mazatlecos, La Mochomera, el 88 y los Laurillos, de acuerdo con un análisis de inteligencia de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) de la Procuraduría General de la República (PGR).
Es quien, según la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se hizo del control de parte del Triángulo Dorado con el triunfo de tres batallas emprendidas en contra de Joaquín Guzmán Loera durante 2012. La primera el 27 de abril en Bacayopa, Choix. La segunda, del 13 al 15 de mayo, también en la sierra de Choix. La otra el 9 de julio en Tetamboca, la región que rodea al arroyo de Sibajahui, en El Fuerte de Montesclaros.
Desde entonces, la dependencia lo ubicó como dominante en parte de la región del Triángulo Dorado, principal campo para la siembra de mariguana y goma de amapola cuyo valor en el mercado estaodounidense es de millones de dólares. La SEIDO, en su análisis, considera que los hombres de Isidro Meza Flores patrullan los caminos, los poblados y resguardan para su provecho las pistas de aterrizaje en el camino asfaltado hacia la sierra; es decir, las carreteras de Ahome, El Fuerte de Montesclaros y Choix, en Sinaloa.
Esta semblanza es del hombre cuya vida, la agencia de inteligencia StratFor la puso como principal factor de debilidad del Chapo Guzmán en el estudio La mitificación del Chapo, firmado en por el investigador Scott Stewart. Dado a conocer en agosto de 2013, antes de la detención de Guzmán Loera, el documento indicó que la figura de “El Chapo” se había debilitado dada la conformación de un grupo denominado Los Mazatlecos que le disputaban tanto el territorio como la venta de droga sintética o hierba cruda, por lo menos en Estados Unidos. “El Chapito” Isidro dirige tal grupo.
Es “el Chapito” Isidro o “El Isidro” como indican las mantas colgadas en Salvador Alvarado (Guamúchil) y firmadas por su enemigo principal en la región, Iván Gastélum Medina, el “Cholo” Iván, testaferro de Guzmán Loera, quien no ha logrado aminorarlo en su impulso.
Él adueña un relato de vida en el que –como en el de “El Chapo” Guzmán– se contraponen dos factores: la proclividad hacia los actos de justicia de las poblaciones donde opera y ese carácter sanguinario que le ha permitido matar más de cien veces.
Como actos de justicia de “el Chapito” Isidro está lo que dicen algunos ancianos en Guasave, Sinaloa. “Sí, cómo no, ellos, los chapillos, nos cuidan. Ya ve cómo quieren andar de abusivos”, dice uno mientras se mece en la silla poltrona, se ventila con un trapo blanco, mientras atardece. “Vea, el otro año le quisieron quitar la casa a la doña de ahí de la esquina. Unos que eran del Infonavit. Dijeron eso, que eran del Infonavit. Y nada. Los chapillos le dijeron a la doña que ni se preocupara. Y ahí está la doña viviendo”.
Un defensor de derechos humanos en la región norte de Sinaloa, describe ese cariz: “Es la impartición de justicia entendida por él mismo. Fuera de todo código penal civil. Una creencia de que la autoridad ya no existe. Ni federal ni estatal ni municipal. Y por supuesto, que se puede vivir así mucho tiempo. O no. No hay temor a la captura que desembocaría en la cárcel. Y pareciera que importa poco que la vida sea corta. El único temor es a las las leyes de la selva de ese mundo donde se mueve y que a veces se le revierten con bajas en su grupo o con balazos más cerca de sus pies”.
En la lista negra de empresas de “el Chapito”, según el Departamento del Tesoro, se encuentra la gasolinería Auto Servicios Jatziry, ubicada en Bamoa. La Alcaldía de Guasave habría otorgado contratos a la gasolinería. “El Chapito” habría construido tres dispensarios médicos en comunidades donde la pobreza está encajada como Choroui, El Tortugo y el Huitusi (poblaciones pesqueras con actividad económica que depende del acaparamiento de grandes consorcios).
Entre los muertos de “el Chapito” Isidro se cuentan más policías ministeriales y miembros del Ejército que civiles. Su nombre está en las investigaciones abiertas por la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sinaloa en ataques a convoys de policías en las carreteras y a últimas fechas, en las ciudades. Durante la guerra contra el narcotráfico, una de las batallas en contra de efectivos de la SEDENA más conocida fue la de la tarde del 30 de enero en el centro de Guasave donde fallecieron tres militares. Antes, los elementos de la milicia habían perseguido a un vehículo donde iban supuestos sicarios. El encontronazo con bala se inició a las 18:00 horas en El Taste La Alameda, en la ribera del río Sinaloa. Los hombres eran de “el Chapito” Isidro, según la Sedena y la Procuraduría de Justicia del Estado de Sinaloa (PGJE).
Respecto a las letras con las que se reproduce la leyenda del hombre nacido en 1982 en Bamoa, una sindicatura de Guasave, Sinaloa, el corrido más conocido, escrito y cantado por Remmy Valenzuela, le atribuye “nervios de acero” y un arsenal de armas calibre 50, granadas, cuernos, pecheras ajustadas, MZ especial y lanzagranadas. También una personalidad envalentonada atribuida a las personas con baja estatura y que en Sinaloa encuentra su connotación en el epíteto cariñoso de “Chapo”. Así arrancan los cuartetos de Remmy Valenzuela sobre él:
“No porque me miren chapo, piensen que me vuá rajar”.