Tumbiscatío, Michoacán.- Para las autoridades del gobierno del estado, este municipio no era un refugio de Los Caballeros Templarios, pero para las más de 8 mil personas que habitan en la zona era un secreto a voces la presencia del crimen organizado, que además de darse el gusto de organizar reuniones regionales, convivía con las personas en las verbenas populares que realizaba frente al Palacio del Ayuntamiento.
De acuerdo con los testimonios de pobladores de Tumbiscatío y fuerzas federales destacamentadas en la zona, era común ver por las calles a Nazario Moreno, El Chayo, y a Servando Gómez, La Tuta, este último tiene aquí una propiedad que abarca toda una manzana.
Durante las fiestas que realizaban era común ver Nazario Moreno cantar o a La Tuta entregar dinero a las personas que acudían a los eventos.
“Hacían fiestas en la explanada. Tocaban grupos y en ocasiones El Chayo cantaba para los asistentes”, asegura uno de los pobladores, quien solicitó el anonimato por temor a represalias.
Los testimonios que los habitantes narran sobre los líderes templarios, van desde los “apoyos” que otorgaban a la gente, hasta presenciar la ingesta de carne humana.
“Al que le dicen El Chayo mandaba preparar carne humana y la comía durante las fiestas en el kiosco. Él decía que la comía para tener más fuerzas y seguir adelante”.
La frecuencia con la que los líderes de la agrupación se dejaban ver en la cabecera municipal no era algo anormal para los habitantes y las autoridades, quienes alertaban de cualquier movimiento inusual en los alrededores.
La impunidad y tranquilidad con la que gozaban Los Templarios en este municipio tenía una regla: “No chivatear” ni hablar con los federales.
La persona que no cumplía la norma impuesta era ejecutada y en ocasiones “descuartizada” frente a los habitantes, como un aviso de lo que les podía pasar en caso de que no los ayudaran o estuvieran con ellos.
“La primera vez que vinieron los federales —2010- algunas personas hablaron con ellos, pero cuando se fueron los policías, Los Templarios buscaron a la gente y la mataron en lugares públicos. Dijeron que eso le iba a pasar a todos los que habláramos o ayudáramos a los policías”, comenta una habitante de la cabecera municipal.
Autoridades del gobierno federal explicaron que este municipio era un perfecto refugio para los criminales, ya que además de amenazar a los habitantes para que no dijeran nada, la ubicación geográfica del municipio permite vigilar el ingreso y salida de vehículos.
Este municipio se encuentra a una hora de Apatzingán, uno de los principales bastiones de la agrupación en la entidad. Para llegar se tiene que transitar por en medio de cerros, lo que facilita las emboscadas en contra de las autoridades o moradores ajenos al municipio.