Apenas es mediodía del martes 8 de abril, en el estacionamiento del Walmart de Alijadores, a unas cuadras del palacio municipal, ya hay un hombre ejecutado.
Su padre, quien apenas llega a 60 años, está parado junto al cuerpo, que empieza a dejar escapar un ancho hilo de sangre sobre el piso. Sereno, pareciera hacerle guardia. La esposa, quien acompañaba al joven cuando le dispararon con un arma larga, deja salir las lágrimas en silencio. Ya se llevaron al niño de cuatro años que había hecho las compras con ellos. Llegan las hermanas y unas primas de la víctima. Abrazan a la viuda sin aspavientos. Es una escena de familia.
El cuarto día de enfrentamientos y ejecuciones. Es el muerto número 19 en una guerra –de baja intensidad entre miembros del mismo cártel, dicen los tampiqueños acostumbrados a las refriegas– de locales contra foráneos. O más bien de foráneos contra locales, que la población sigue y comenta en las redes sociales, sobre todo Twitter, porque los medios tradicionales han guardado silencio absoluto. No se escribe del tema en los periódicos. Tampoco se aborda en público, ya no se diga en la radio.
La población es una espectadora azorada, tensa, que sale de su casa si es absolutamente necesario, que no lleva niños a la escuela –hasta 90 por ciento de ausentismo en todos los niveles escolares, reportaron autoridades el martes 8 de abril–, que obliga a cafeterías y restaurantes a cerrar a las 18 horas. Que tiene las calles vacías y oscuras a las nueve de la noche, sin importar cuántas decenas de soldados, marinos o policías patrullen. El miedo se filtra en el cuerpo.
Comunidades que contienen el aliento
El escenario es Tampico, Ciudad Madero y Altamira, conurbación formada por casi un millón de habitantes, una vieja refinería –la Francisco I. Madero– que día y noche tiene los mecheros encendidos, empresas construyendo plataformas petroleras, un puerto con decenas de grúas operando, una bonanza económica que contrasta con una sociedad que contiene el aliento mientras el cártel del Golfo zanja sus diferencias.
La guerra de los cuatro días empezó el sábado 5 de abril, ya entrada la noche. Habían sido más de tres años de tregua. Por ello la población se expresa con amargura en las redes sociales: Otra vez a convivir con la muerte. Porque la vida tiene que seguir. Hay que ir al trabajo, a la escuela, a la playa, convocan algunos. Otros piden: Tampico, quédate en casa.
El domingo 6 de abril, a las 10 de la noche, por vez primera una autoridad salió al paso. El alcalde, Gustavo Torres Salinas, pidió calma, negó que hubiera toque de queda –como se aseguró en las redes– y aludió a todos los cuerpos de seguridad y autoridades que participan en un grupo de coordinación, empezando por los de la primera zona naval, con base en Madero, para contener la situación. Había en ese momento ocho muertos en Tampico producto de la violencia, expresó en una conferencia de prensa, que al día siguiente los periódicos y la radio no difundieron. Hizo oficial un dato que reportaban las redes: “Se trata de un enfrentamiento, un ajuste de cuentas, entre miembros del Cártel del Golfo”.
No habló de los decesos de Ciudad Madero, que eran otros tantos. Casi a la medianoche del domingo, el gobierno del estado confirmó que en total hubo 14 decesos en la conurbación, incluyendo los de Madero y Altamira. Los alcaldes de dichos municipios nunca dieron la cara. El lunes por la noche, las calles seguían vacías y los comercios cerrados.
Un empresario que pidió no ser identificado –casi nadie quiso hablar ante la grabadora, porque aquí no hay garantías de nada– informó que tiene más de un año sin pagar derecho de piso. Para el cártel que controla el sur de Tamaulipas, explica, la extorsión y el secuestro son su plan B, que le permite hacerse de recursos para pagar la nómina cuando el gran negocio, el trasiego de drogas, se complica. Este grupo sabe que si se mete con la población calienta la plaza, y lo que quiere es trabajar en paz en las operaciones grandes.
La detención de Javier Garza Medrano en Taxco, Guerrero, el pasado marzo, desató la disputa. La cabeza del grupo estatal, con origen en Matamoros, quiere mantener el control frente a los locales, quienes se sintieron fuertes y con méritos para ascender y ya no recibir directrices de la parte norte del estado.Es una lucha entre delincuentes, tienen dificultades que están arreglando a su manera, explicó el secretario general de Gobierno, Herminio Garza Palacios. Esa fue la forma que encontró, al igual que el alcalde de Tampico, para intentar tranquilizar a la ciudadanía; quien no tiene nexos con esos grupos no debe temer, el pleito es entre ellos. El comentario general fue que las ejecuciones eran selectivas y que las balaceras se daban cuando alguno de los blancos llevaba escolta, que alcanzaba a repeler.
El martes empezó con nuevos tiroteos. Los fallecimientos se fueron acumulando. Se reportaron primero 25 y después 27. Cuando la noche avanzó, la cifra llegó a 28. En la tarde sesionó el grupo de coordinación regional en materia de seguridad en la zona naval. Al final de ese encuentro el secretario general de Gobierno definió la crisis como disputas de grupos delincuenciales.
Gustavo Torres hizo un llamado a quienes se expresan en redes sociales a hacerlo con responsabilidad y no sembrar sicosis: Agradecemos a los usuarios de redes sociales que de manera responsable y objetiva han realizado denuncias sobre hechos violentos o situaciones de riesgo.
El alcalde dice que hace 4 años tuvieron una situación difícil. Con el tiempo todos nos repusimos. Los empresarios, la ciudadanía... muchos trajeron otra vez sus capitales. Por eso nos desconcertó tanto esta situación, pensamos que había quedado atrás.
El miércoles y el jueves no hubo incidentes. La población comenzó a respirar con alivio. En las redes sociales empezó a hablarse de una tregua. El titular de la Procuraduría General de la República (PGR) vino a Tampico el viernes por la mañana y la ciudad estaba abarrotada de policías, militares y marinos. Eran ya 48 horas de alto el fuego.
El doble mensaje
Mientras Murillo daba su discurso en la reunión regional de procuradores, en un hotel de Ciudad Madero, una manta fue colocada en un puente peatonal cercano a las instalaciones de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Tampico. Había doble mensaje. A la ciudadanía se llamaba a estar tranquila y se le garantizaba que no se permitiría que alguien cobrara derecho de piso o secuestrara; a las autoridades, que el pleito no era con ellas. La firmaba elcártel del Golfo.
El mensaje circuló de inmediato. Por la cantidad de personas que salieron a las calles, podría decirse que para muchos era de fiar. Aunque con mucha vigilancia, francotiradores en las azoteas y arcos detectores de metales en la plaza principal de la ciudad, el gobernador Egidio Torre Cantú encabezó el sábado las festividades por el 191 aniversario de la fundación de Tampico. Hubo versiones de tres enfrentamientos en el transcurso de la mañana, pero ninguna oficial. La sicosis de días anteriores no regresó.
En la plaza hay bandas de música, antojitos gratis. No más de 500 personas celebrando el 191 aniversario de la fundación del Tampico moderno –el antiguo nació en Tampico Alto, Veracruz, del otro lado del Pánuco– y decenas de policías que revisan a los visitantes en los accesos de la explanada. Una señora, quien no suelta al niño de cinco años y cada tanto lo aferra a su mano, dice que decidió salir con todo y miedo, porque a pesar de la situación aquí nos tocó vivir. No nos vamos a ir, porque no tenemos a dónde y la vida tiene que seguir. Así parece. La familia del joven ejecutado en el estacionamiento del Walmart de Alijadores –atrás está el hospital de ese gremio portuario que le da referencia– veló el cuerpo una hora. Antes de que se metiera el sol, esa tarde lo llevó a sepultar.