Estanislao Beltrán, Papá Pitufo, uno de los líderes del Consejo General de Autodefensas y Comunitarios de Michoacán, apostado en la entrada de una de las legendarias cuevas de Servando Gómez Martínez, La Tuta, junto con un comando de policías estatales y federales, agarró su cuerno de chivo y disparó al aire.
Tuta! ¡Te ando buscando!, gritó y los disparos resonaron en el acantilado de los cerros de Toscano, a 20 minutos de la cabecera municipal de Arteaga, tierra del capo, en la zona limítrofe con el municipio de Tumbiscatío.
Pero el único líder sobreviviente del cártel de Los Caballeros Templarios no respondió.
A unos metros de Papá Pitufo, una puerta metálica oxidada y tirada de lado daba entrada a una cueva húmeda, oscura, con huellas recientes de zapato y de tenis en el suelo, y con una longitud que fue posible observar hasta los 100 metros de profundidad.
La cueva tiene tramos estrechos que obligan a andar a gatas, pero se abren a bóvedas de hasta 10 metros de altura.
El camino de la cueva se interrumpe por una poza natural alimentada por un afluente subterráneo de un río, de alrededor de siete metros de largo, pero hay un socavón alterno hecho por humanos que rodea la poza y da continuidad al túnel por 30 metros más, tras los cuales se pierde la profundidad del mismo por la oscuridad.
En la poza flota una lata de cerveza. Uno de los guardias civiles dice que ésta es una de las cuevas que La Tuta usaba como refugio, para guardar gente levantada, guardar armas, droga.
Otro autodefensa asegura: La cueva atraviesa el cerro, La Tuta la usaba para escapar.
Pero no hay rastro del hombre moreno en la cueva. Sin embargo, Papá Pitufo se resiste a aceptarlo: Ellos dicen que no está aquí, pero para mí que sí.
Sin embargo, desde un día antes un taquero en Arteaga anticipó que la búsqueda de La Tuta y de sus mandos sería infructuosa.
Advirtió: No hay nadie, se fueron todos hace días, todo solo.
La búsqueda de La Tuta en los alrededores de Arteaga se dio un día después de que las autodefensas tomaron la cabecera municipal.
El recorrido en el que participaron unas 30 camionetas con guardias rurales y una decena de vehículos de las policías federales y estatales incursionó en tres propiedades rurales adjudicadas a La Tuta y sus padres. Pero el narco más buscado de México no se asomó por ahí. Sólo aparecieron cuidadores asustados que referían que la propiedad pertenecía a la madre de La Tuta, Teresa Martínez, o a su padre, Luis Gómez, fallecido, dijeron, hace un par de años.
Lo que sí se vio fueron los gallos de pelea, que se sabe es una de sus mayores aficiones: alrededor de un centenar recluidos en jaulas pequeñas.
La evidencia más cercana a La Tuta que se encontró en el operativo fue a un señor delgado, moreno, cara larga, arrugas de surco, Gerardo Martínez de nombre, que dijo ser tío de La Tuta.
El señor vestía ropa gastada, huaraches, manejaba una camioneta destartalada y precisó que si bien éste era su sobrino, nada tenía que ver con esa gente, refiriéndose al cártel.
En descargo a su favor explicó que tan no sabía nada, que acababa de salir de un centro de rehabilitación para las adicciones situado en Querétaro.
¿Qué se mete? le preguntó un policía estatal a bocajarro.
En el operativo de búsqueda de Servando Gómez también participó el líder de la autodefensa de Arteaga, lugar donde éste nació y creció, se tituló de maestro e hizo su bastión inexpugnable, y según dicen, su principal búnker de reclusión, tortura y ejecución.
El hombre que logró la expulsión de La Tuta es un empresario rural que permanece en el anonimato y que denuncia la ejecución de sus dos hermanos por rehusarse a seguir siendo extorsionados por 500 mil pesos, dice.