
Popular será, pero también es robada. Es propiedad de Pemex, cosa que a pocos importa, porque la oferta de ahorrar siete, ocho, nueve pesos por litro es demasiado tentadora para dejarla de lado: como hormigas, cientos de compradores acuden a diario a abastecerse en flotas de panaderas y guachicoleras, camionetas color café, pick ups con tambos en la caja o camiones de volteo con mangueras colgando, que sirven de gasolineras clandestinas en las principales ciudades del estado.
Numerosos videos en redes sociales muestran su éxito comercial. Los clientes acuden por cientos y se llevan la gasolina en fila india a cuestas, en pequeños recipientes de plástico y en los tanques de sus coches, motonetas y camionetas. La cargan sobre sus cabezas, en botellas de agua, cubetas o en cualquier recipiente que pueda contener una gota de líquido. Decenas de autos particulares llegan a tomar parte en una hemorragia que litro por litro está costando miles de millones de pesos a Pemex y al erario público, mientras que enriquece a dos de los principales cárteles de la droga.

Es un comercio ilegal, cuya escala, volumen, complejidad y crecimiento no tienen comparación en el país. Una fotografía obtenida ejemplifica a la perfección qué tan abierto es el fenómeno: muestra la manguera de una toma clandestina descubierta hace unas semanas en el gasolinoducto Brownsville-Reynosa. Está rotulada con las siglas "CdeG", un acrónimo que no solo denota propiedad, sino que sirve de advertencia a quienes pretendan desmantelarla.
Hoy, organizaciones criminales no solo ordeñan prácticamente a placer los gasolinoductos en la entidad. Revenden el producto tan efectiva y eficientemente que se han constituido en verdadera competencia de Pemex, rompiendo su monopolio sobre la venta de combustible.
Investigaciones federales, denuncias públicas en redes sociales y entrevistas con empresarios del ramo da detalles de cómo la gasolina se ha convertido en el gran negocio del crimen en Tamaulipas, una fuente de dinero fácil que junto con el tráfico de drogas, armas y migrantes alimenta el motor de la violencia en la región.
"Cifras oficiales revelan que esas organizaciones ya son una competencia real para la paraestatal".