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La traición de Camarena, la caída de Caro Quintero y la repartición de su imperio por el Azul

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En noviembre de 1984, 450 soldados apoyados por helicópteros ingresaron al rancho El Búfalo, cerca de Jiménez y Camargo, en la zona sur del estado de Chihuahua, donde trabajaban 10 mil campesinos en la siembra y la cosecha de mariguana.

Aquel día, las tropas incautaron la cosecha de casi mil hectáreas de mariguana.

Ese volumen hubiera representado el consumo de varios meses en el mercado de Estados Unidos; se le valuó en varios miles de dólares.

Enrique “El Kiki” Camarena, oficial de la Agencia estadounidense contra las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), logró ganarse la confianza de los narcotraficantes mexicanos Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto”, Manuel Salcido “El Cochiloco” y Miguel Ángel Félix Gallardo, considerados los "meros meros" traficantes de Jalisco.

Entre ellos se trataban como "compadres", y “El Kiki” Camarena les prometió protección e impunidad desde el estado de Guerrero hasta Tijuana, Baja California.

Cuatro meses tardaron los perjudicados en descubrir que Camarena los había traicionado.

En marzo de 1985 lo secuestraron en la vía pública, lo torturaron y lo asesinaron.

La repartición

El error fue grave y las consecuencias peores aún. Washington presionó al gobierno mexicano y la DEA atrapó a Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Manuel Salcido y Félix Gallardo, dejando al cártel sin sus principales cabezas.

En esos años, Juan José Esparragoza Moreno, alias “El Azul”, uno de los más respetados jefes mafiosos, convocó a una junta de "principales y antiguos" para proponer una solución salomónica: la repartición del territorio mexicano.

Así fue como, a la postre, surgieron cuatro grandes cárteles: Tijuana, a cargo de los hermanos Arellano Félix y Jesús “Chuy” Labra; Sinaloa, dirigido por Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y Héctor Luis “El Güero” Palma Salazar; del Golfo, controlado por Juan García Ábrego, y el de Juárez, liderado por Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”.

En el rancho El Búfalo, acondicionado con lo mejor de la tecnología agropecuaria, trabajaban muchos hombres que con su dinero mantuvieron a una gran cantidad de familias y con ello la economía de la región se incrementó.

"Llegaban los camiones de carga a las tiendas y compraban todos los víveres; ropa, calzado y lo que hubiera, era para llevarlo a los trabajadores de El Búfalo, dice Alberto Rivera, un periodista que entonces cubrió la información.

Ese rancho, se dijo, operaba bajo la protección de todas las corporaciones policiacas y hasta del Ejército, pues, incluso, al entonces secretario de la Defensa Nacional, Juan Arévalo Gardoqui, se le involucró de manera extraoficial con dicho predio, propiedad de Rafael Caro Quintero, luego de que se descubriera que en sus más de tres mil hectáreas se sembraba droga con los medios técnicos más modernos y la protección de militares.

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