La zona donde convergen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, conocida como el Triángulo Dorado del Narcotráfico, es la cuna de varios cabecillas que fundaron y dirigen poderosas organizaciones criminales, como el Cártel de Sinaloa. Pese al auge de los enervantes sintéticos, hasta la fecha se producen ahí, en el municipio de Badiraguato, toneladas de mariguana y amapola. En vísperas de la siembra, Proceso recorrió los caseríos y los pueblos donde crecieron Don Neto Fonseca, Rafael Caro Quintero, El Chapo Guzmán, El Azul y los hermanos Beltrán Leyva.
SANTA GERTRUDIS, SIN.- En la falda del cerro Cueva Gacha, el más alto de la región después del Mohinora, se reúnen tres caseríos. Santa Gertrudis pertenece a Sinaloa; El Cebollín, a Chihuahua, y Cueva Gacha, como el propio cerro, a Durango. Forman el corazón del Triángulo Dorado del Narcotráfico, zona pionera del cultivo de mariguana y amapola y cuna de capos de fama internacional.
La visita al Triángulo Dorado –en el norte de la Sierra Madre Occidental– se realiza cuatro meses después de la detención de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, El Chapo. Hay calma. No importa que esté en la cárcel, el amo de estas tierras sigue siendo él. Sólo a su gente se le rinde cuenta. En todo el territorio los habitantes se ven tranquilos, comentan que se preparan para la siembra de mariguana y amapola. Tímidamente muestran menudos sacos de semilla. La primera puede confundirse con una lenteja chica, mientras que la segunda es muy parecida a la chía.
Es 24 de junio, día de San Juan Bautista. El inicio del recorrido coincide con la tradicional ceremonia religiosa oficiada por el obispo de Culiacán, en la cabecera municipal de Badiraguato. Por sus calles pasa una procesión en la que cuatro hombres, encabezados por el alcalde y el párroco del pueblo, cargan en hombros un busto del santo. Lo llevan a bañar al río para que llueva y sea un año productivo.
Sin embargo, en este municipio –el segundo más grande del estado– sólo 3.05% de las tierras son agrícolas. Del resto, 50.18% es selva, 43.79% bosque y sólo 1.52% pastizal. En total hacen 5 mil 864 kilómetros cuadrados, 8.70% de la superficie de Sinaloa.
El viaje desde la cabecera municipal de Badiraguato hasta Cueva Gacha dura seis horas. El camino es intrincado. En un vehículo de doble tracción se recorre una carretera de doble carril que a veces se vuelve de uno, por las piedras que se desgajan de los cerros. Se dejan atrás sucesivos asentamientos de construcciones de adobe sembradas en la época de la evangelización: San Antonio de La Palma, El Barril, Cieneguilla, La Lapara, Los Veneros y Los Naranjos.
Se llega así a Santiago de Los Caballeros, tierra de Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto. Desde lejos, sobre una loma, se divisa la lápida de mármol blanco que mandó construir para cuando llegue su hora.
Pero son hombres del Chapo Guzmán quienes patrullan caminos y poblados en camionetas o en motocicletas ligeras. Cruzan en su pecho el arma larga o se enfajan una corta en la cintura. Están convencidos, dicen, de que su jefe se dejó atrapar pero sigue mandando en la zona.
Después siguen Guanajuato, El Aguaje, Temeapa, Los Epazotes, El Saucito, El Crucerito, La Cofradía, Los Amoles y la entrada a Soyatita. Poco más adelante se corta la carretera de asfalto, justo en la desviación a Bacacoragua, donde el 26 de junio pasado la gente bloqueó el paso para exigir que continuara la obra. Por el camino de terracería, después de pasar una de las pistas clandestinas de aterrizaje más grandes del Triángulo Dorado, se encuentra Huixiopa. Hay que hacer un alto.
Hacia el lado derecho se puede ver la casa donde nació Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, a quien recientemente se dio por muerto de un infarto, tras un accidente de auto. Ahora la vivienda está prestada a una familia con otros apellidos que la utiliza en vacaciones.
La vieja casa de adobe y techo de teja, como la mayoría de las viviendas de por aquí, es una hilera de unas cuatro habitaciones y su cocina construidas a lo ancho de la propiedad. Destaca su amplio terreno con palmas y árboles que intentan ocultar el caserío. Lo rodea una baja barda de piedra.
Al día siguiente de su supuesta muerte había fiesta en una de las escuelas de su pueblo. Llegaron los soldados a la casa de la síndico Rosa Amelia Avilés. “Me preguntaron si sabía de algún sepelio, si iba a llegar un cuerpo. Les dije: ¿Qué no miran y oyen que aquí en Huixiopa no hay luto?”.
Los militares rentaron una de las aproximadamente 150 casas del poblado y siguen viviendo aquí.
Adelante, después de pasar por otras pequeñas rancherías, está La Palma, que tiene sólo 27 viviendas; una de ellas fue habitada por la difunta Ramona Leyva, madre de los hermanos Beltrán Leyva, quienes en honor a ella construyeron la escuela primaria que lleva su nombre.
Frente a su casa natal se encuentra La Herradura, propiedad de Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, preso desde 2008. La construcción, con forma de este herraje, es en realidad la que atrapa la atención del visitante. Un vistoso kiosco adorna el centro. De manera voluntaria, una vecina se encarga de la limpieza de las casas.
A sólo unos metros está la población de La Tuna, cuya matriarca es Consuelo Loera, madre de Joaquín Guzmán.
Educar en la tierra del narco
Zigzagueando en cuatrimoto por empinadas laderas se logra subir dos terceras partes del cerro Cueva Gacha. El último tramo, una cuesta resbaladiza, se hace a pie. Con una altitud máxima de 2 mil 800 metros sobre el nivel del mar, la cumbre a la vez une y divide a los tres estados en los que se enquista el Triángulo Dorado.
Más de 90% de los hombres de aquí viven del cultivo de enervantes; sólo hay agricultura y ganadería de subsistencia. En Santa Gertrudis, los hermanos Manuel y Jesús Álvarez Martínez pretenden abrir opciones a la siembra de mariguana y amapola.
En el hogar de Marisela y Jesús se inicia el día orando. Hace tres años él se empeñó para que en este lugar hubiera una escuela primaria; hoy también tienen preescolar, secundaria y prepa.
Los estudiantes vienen en combi, moto y cuatrimoto, o caminan hasta tres kilómetros con mochila al hombro. Dentro de poco no será necesario: en su escuela se dan los últimos acabados a un par de salones, el albergue, la cancha y un amplio comedor autorizado por la Secretaría de Educación Pública. Abrirá sus puertas el próximo ciclo escolar.
Jesús acepta platicar. No se asume como un peón ni como un capo del Triángulo Dorado: “Yo le veo la otra cara a esta región, porque hay gente como nosotros que lucha, se prepara y regresa a impulsar la zona. La gente aquí es buena, pacífica”.
Relata que en su niñez no había escuelas y tampoco mucho trabajo, lo que obligó a su madre a emigrar con los hijos. Él regresó después de graduarse como enfermero y de trabajar 10 años en las clínicas IMSS-Solidaridad, con el fin de demostrar que ahí la siembra de mariguana y amapola no lo es todo. Ahora su familia tiene un aserradero, proyectos productivos de manzana, durazno, aguacate Hass y cría de ganado en pequeña escala.
Recuerda que antes de introducir el Centro Integral de Educación, una cuarta parte de los estudiantes emigraba para seguir capacitándose y los demás se quedaban. La duda es natural: ¿los que permanecían se incorporaban al narcotráfico?
Jesús duda un poco, pero responde: “Tenían que vivir de algo. Así es, supongo que buena parte de este 75% se quedaba a alimentar estas actividades que le dieron ‘fama’ a Badiraguato. Por eso, al principio con apoyo del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), impulsamos el Centro Integral de Educación. Tenemos a 22 niños en preescolar, 42 en primaria, 36 en secundaria y 22 en bachillerato”.
Lamenta: “Todavía no hemos podido captar a 22 jóvenes en edad de cursar la secundaria y la prepa; falta participación de los padres, que tienen costumbres muy arraigadas. Necesitan ver que los jóvenes que van a la escuela se graduaron y lograron generar un cambio. Tenemos tres años con el plantel; en cinco seremos testimonio real de lo que se puede lograr”.
Al principio, confía, “no había la certeza de romper con el estigma que usted comentó (el narcotráfico), porque estamos marcados a nivel mundial. Nos preguntamos qué hacer para extirpar de raíz ese estereotipo (…) pero pronto nos convencimos de que este proyecto educativo nos daría una visión más amplia”.
Aún tienen dificultades para convencer a varias personas: “La costumbre es muy fuerte. No están convencidos de que tienen los medios para romper con su medio de vida y poder sobrevivir con otros tipos de producción (que no sea amapola y mariguana), pero sobre todo con educación”.
–¿En algún momento los niños fueron renuentes al proyecto?
–Al inicio, como estrategia de trabajo, les pedimos desarrollar su misión y su visión: quién eres y quién serás. Unos pocos contestaron que querían ser como su papá y trabajar en la actividad que él desempeña. En ese momento empezó nuestra labor para cambiar su proyecto de vida, porque no compartimos ese oficio pero tampoco lo desconocemos. Sabemos a qué se dedican muchos de los padres.
–¿Y cómo abordan con los estudiantes los asuntos del narcotráfico?
–Prohibido el tema. Si queremos educar y motivar un cambio no tenemos que alimentarlo. Si surge, con fuerza pero sin regaño les hacemos ver que un huerto o una parcela de tomate puede darles el triple o cuádruple de lo que obtienen con aquello (mariguana y amapola).
El aserradero
El ejido San José del Barranco, donde se encuentra Santa Gertrudis, abarca 34 mil hectáreas, 4 mil o 5 mil de ellas forestales. Manuel Álvarez, hermano de Jesús, solicitó participar en actividades del ejido al ver que los compradores de madera prometían caminos que nunca abrían.
Explica: “Decidimos que era mejor hacernos cargo de los caminos y dejamos 40% de las ventas para la obra; así culminamos los proyectos. Para ello, como interesado, apoyé con viajes a la Ciudad de México al entonces presidente del comisariado ejidal, Miguel Ángel Loera Benítez”.
Aquel excomisariado, tío del Chapo, actualmente es el juez de La Tuna y funge como cuidador del rancho El Cielo, propiedad que El Chapo conserva, igual que su vivienda (Proceso 1948). Por eso Manuel aclara que sólo una vez ha visto a Guzmán Loera: “Fue hace 25 años, cuando fui a un baile en La Tuna. Nunca volví a verlo”.
Después de cuatro años de colaborar con el ejido, los Álvarez consiguieron un aserradero de medio uso y lo instalaron en Santa Gertrudis, donde les dieron trabajo a 25 trabajadores de los tres estados. Este año el ejido le contrató 4 mil metros cúbicos rollo total árbol (que la Semarnat define como el volumen de la madera del fuste y la corteza del árbol, sin incluir las ramas).
–¿Influye en el funcionamiento del aserradero el hecho de que está en una zona productora de enervantes?
–El narcotráfico no tiene nada que ver con el aserradero. Nosotros nos dedicamos a visionar cosas lícitas y demostrar, a quienes tengamos que hacerlo, que aquí en el Triángulo Dorado se hacen cosas bien y legales. Aunque no podemos tapar el sol con un dedo; sabemos que el narcotráfico está extendido en esta zona, en el mundo.
–¿Es difícil evadirse de esa actividad cuando estas tierras se encuentran inmersas en ella?
–Es sencillo. Yo tengo una miscelánea, le fio a la gente, me paga. No consulto, no pregunto. Lo mismo sucede con la madera. No siento ninguna dificultad en permanecer al margen de todo aquello por lo que se nos juzga sólo porque vivimos en esta región. Aquí, usted lo está viendo, en esta parte de Badiraguato todo es tranquilidad. No se oye lo mismo hacia Durango o Chihuahua.
La toma de Badiraguato
La siembra de enervantes se inició más abajo, a unos 600 metros de altitud y a sólo una hora de la cabecera municipal: en Santiago de Los Caballeros.
En esa población, durante los años cuarenta del siglo pasado, el gobierno mexicano y el de Estados Unidos establecieron los primeros cultivos de amapola para surtir de heroína a los combatientes aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Al concluir el conflicto, el gobierno mexicano fue incapaz de cancelar los cultivos. La gente siguió sembrando, incluida la familia de Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, un nativo de Santiago de Los Caballeros; la de Baltazar Díaz, El Balta, de Bamopa; la de Emilio Quintero, de Babunica, y la del recién liberado Rafael Caro Quintero, de La Noria.
En el panteón del pueblo, a un lado del semiderruido mausoleo de mármol blanco que se hizo construir Don Neto, está la pequeña tumba de Gilberto, su hijo muerto. Los otros dos, Irma y Armando, le llevaron flores a su hermano el 25 de junio. En el pueblo dejaron correr la noticia de que probablemente su padre quede pronto en libertad.
Entrevistado al regreso de Santa Gertrudis, el síndico Rigoberto Inzunza Goycochea platica que a los pocos días de que Caro Quintero fue liberado, esta población, igual que La Noria, Bamopa y Babunica, fueron sobrevoladas por drones y hace un mes los cuatro caseríos fueron tomados por marinos que, con el apoyo de agentes de la DEA, iban por el cabecilla.
Cuando este último operativo se realizó eran las nueve de la mañana. Cinco helicópteros sobrevolaban Santiago de los Caballeros a distancia y otros cubrían La Noria, donde está el rancho de doña Hortensia, la madre de Caro Quintero, y cuyas únicas seis casas pertenecen a los empleados de la finca del capo. En Babunica no hay más de 15 viviendas con aproximadamente 60 habitantes, igual que en Bamopa.
Después arribaron infantes de la Marina y vehículos sin insignias de los que bajaron agentes estadunidenses, narran los vecinos. En Babunica sucedía lo mismo, sólo que buscaban al excomisario Alejandro Quintero. Al hallarlo en su casa, según cuentan los lugareños, se lo llevaron a la vivienda de un familiar, lo ataron a una silla y lo torturaron para sacarle la ubicación de su tío, Rafael Caro Quintero.
En Badiraguato hay quien dice que tan pronto quedó libre, el capo fue a La Noria y que allí hubo fiesta. El síndico lo niega.
El 24 de junio Jonás Guerrero Corona, obispo de Culiacán, y cinco párrocos de la región ofrecieron una misa en la parroquia de San Juan Bautista, patrono de la cabecera municipal. Oraron para que lloviera. Para que las matas se den en abundancia.
La gente se prepara. El tiempo de la labranza se acerca.