Detrás de esos lentes de armazón en pasta, con gruesos cristales para miopía, aparece una mirada inexpresiva, y hasta cierto punto, con aire de extravío. Juan Pablo Leal Gutiérrez, un pistolero del cartel del Golfo conocido con el alias del “Cherrys”, solía fotografiarse en su cotidianidad posando con armas largas, chaleco negro antibalas, el pecho cubierto de radios de comunicación, barba de candado y corte de pelo a rape. Eran esos gruesos lentes de pasta y los aditamentos que exhibía, lo que lo hacía ser algo más que el prototipo del cholo, jóvenes de origen mexicano nacidos en Estados Unidos, avecindado en el sur Texas y la frontera con Tamaulipas.
En las fotos donde aparece en redes sociales, es un hombre obeso que solía lucir sus brazos con tatuajes y las manos batidas en sangre de sus víctimas mientras levantaba alguna de las extremidades cercenadas. Porque el “Cherris” por eso se hizo “famoso” en Reynosa, por ser uno de los pistoleros más sanguinarios del cartel del Golfo y mostrar en fotos y vídeos su labor para “desmembrar, calcinar o pozolear” (desintegrar cuerpos humanos en tambos con ácido) a los adversarios, en su mayoría integrantes de la banda paramilitar conocida como los Zetas.
Las imágenes en la red social de Facebook donde aparece este individuo, exhiben una saña que le da sentido a lo que los sociólogos llaman “realidad horror”, como definen en varios estudios a la “moda macabra” por grabar en video y fotografiar el asesinato, decapitación y desmembramiento de seres humanos que se difunden por Internet.
En esta actividad en los últimos años Juan Pablo Leal Gutiérrez se hizo célebre entre el crimen organizado de Reynosa. El pasado lunes 16 de junio comenzó a circular la versión en esta zona fronteriza de Tamaulipas que un grupo de fuerzas federales lo habían detenido, sin disparar un solo tiro, en un lugar de la colonia Cumbres de Reynosa. A las pocas horas se supo que Juan Manuel Rodríguez Rodríguez, uno de los líderes de la organización del Golfo, también había sido capturado junto a uno de sus escoltas en calles de ésta ciudad cuando se dirigía un tratamiento médico al cual se sometía desde semanas atrás.
La captura de Rodríguez Rodríguez y la del “Cherrys” se mantuvo bajo absoluto sigilo, no se difundieron fotos del momento ni se aludió a la naturaleza sanguinaria de sus perfiles. Fue hasta el miércoles 18 de junio cuando el Comisionado Nacional de Seguridad Monte Alejandro Rubido, dio a conocer en conferencia de prensa un escueto parte informativo donde se registraron las capturas de ambos individuos.
El funcionario informó también de la detención por fuerzas federales en el sur de Tamaulipas de otro de los “objetivos prioritarios”, como se le conoce a la lista de cabecillas de las bandas de la delincuencia organizada que son parte de las metas de la operación lanzada por el ejército, la marina y la policía federal hace poco más de mes y medio en el estado. Reveló que Ricardo Iván Santillán Trejo, jefe del grupo paramilitar de los Zetas en el municipio del Mante, también fue detenido junto a dos de sus secuaces.
Al igual que con los dos integrantes del cartel del Golfo, Rubido no ahondó en el perfil de Santillán Trejo, un individuo de 29 años responsable de las operaciones de las células armadas que sometieron a pobladores, migrantes y policías locales bajo una esquema de terror y asesinatos sanguinarios. El Mante y la zona que circunda esta región ha sido escenario en los últimos meses del hallazgo de docenas de cadáveres cercenados, cuerpos decapitados y fosas clandestinas donde eran arrojados osamentas de personas desconocidas.
Durante el año pasado los Zetas subieron a la red de Internet varios vídeos donde aparecían uniformados con casco, pasamontañas y vestimenta oscura luciendo armas largas. Tenían hincadas a mujeres semidesnudas y maniatadas, en otros vídeos aparecían individuos de edades diversas, donde resaltaban menores de edad. Cada uno de los vídeos tenía una característica en común: las manos de las víctimas estaban sujetadas hacia atrás, tenían los ojos vendados y estaban hincados en fila frente al lente que los grababa. En todos los videos preguntan a sus víctimas, edad, apodo, para quienes trabajaban y cuál era su función. Uno a uno fueron interrogados, y uno a uno fueron sometidos con hacha, machete o cuchillos para ser decapitados, algunos cercenados, en medio de gritos de terror y lamentos frente a las cámaras de vídeo.
El gabinete de seguridad no informó si Santillán Trejo se encontraba involucrado en este tipo de casos adjudicados por los autores de los videos a la célula de los Zetas en el Mante. Al igual que el caso del individuo apodado “el Cherrys”, no se aportó ningún detalle sobre el perfil criminal que los hizo célebres por su naturaleza sanguinaria exhibida en Internet.
La realidad horror
El año fue 2004. A nivel internacional comenzaron a difundirse por Internet videos macabros de asesinatos en vivo adjudicados por grupos radicales islamistas. Era parte de la campaña de propaganda para infundir temor en sus adversarios y lanzar el mensaje de que laYihad (la guerra santa) no se detendría en consideraciones de ninguna índole. Por ese tiempo en México se supo que en un table dance a las afueras de Uruapan, Michoacán, un grupo de hombres armados habían irrumpido en plena pista de baila donde arrojaron tres cabezas cercenadas que sacaron de unos costales que traían. Tiempo después las primeras imágenes de hombres decapitados eran subidas a la red de Internet adjudicadas por los Zetas.
¿Cómo se había llegado a ese extremo? Había algo inédito en aquellos hechos, por primera vez la violencia real y el horror extremo eran puestos al alcance, de manera más abierta y ya no tan encubierta, en la red. Era parte de la estrategia paramilitar de los mercenarios que llegaron de Centroamérica al estado de Tamaulipas, kaibiles desertores del ejército guatemalteco, quienes junto a militares desertores de las fuerzas especiales del ejército mexicano, implementaron como herramienta de propaganda el uso de Internet como medio para difundir sus mensajes.
La profesora y doctora en filosofía Michela Marzano, en su obra “La muerte como espectáculo”, escribió que en los videos contemporáneos que sacan a escena la “realidad horror”, entendida ésta como la exhibición de escenas de crueldad extrema y barbarie en la pantalla de la computadora, la brutalidad se muestra desnuda, sin ningún intermediario. “Lo que se busca es un doble fracaso de lacatarsis: el fracaso de la mirada, enturbiada por la violencia difusa, extrema y confusa; y el fracaso del pensamiento por la ausencia deliberada de todo elemento susceptible de hacer posible la sublimación de las emociones”.
“La crueldad saca su nombre de la sangre derramada, y su triunfo tiene lugar justamente ante la sangre vertida. En su primer sentido, el acto de crueldad consiste en desgarrar la carne y hacer fluir la sangre, es un acto despiadado. Es comparable a la violencia. Pero, a diferencia justamente de la violencia, la crueldad se muestra como la voluntad de hacer el mal deliberadamente”. Estos videos que hacen un espectáculo de los actos de barbarie, añade la investigadora italiana, generan una nueva forma de barbarie: la indiferencia.
En la era de la guerra contra el terrorismo y el combate al narco, ha surgido en Internet una forma alejada de la idea de clemencia y humanidad, y más cercana a la embriaguez por la sangre derramada, como signo de la suerte del perdedor, y muestra de “valor e indiferencia ante el sufrimiento”, señala.
Un psicópata de tantos
¿Mostró en algunas de sus fotos o imágenes en vídeo algún signo de compasión Juan Pablo Leal Gutiérrez? De acuerdo a fuentes de la Policía Federal que participan en el operativo en Tamaulipas, este individuo respondía a la lógica criminal no solo a partir de todo lo que lo rodeaba, sino que estaba enraizada en su propia familia.
Jesús Alejandro Leal capturado en Reynosa en abril pasado, quien se desempañaba como uno de los mandos del cartel del Golfo en Reynosa, era su primo y era conocido por actuar con una saña sanguinaria desbordada. Junto con él y otros individuos, integraban una de las células a la que se le adjudicó el repunte de la violencia desde enero del 2014 y que convirtió a esta ciudad en una de las más inseguras del país. Tras severos interrogatorios a quienes detenían, “el Cherrys” era el encargado de decapitar, cercenar y deshacerse de los cuerpos en tambos con ácido, dice una de las fuentes de la corporación federal consultadas y que solicitó no ser citado por su nombre.
Hay otras fotos donde “el Cherrys” aparece y que subió a Facebook donde está junto a un niño, presuntamente su hijo, quien se recuesta sobre su espalda. Parece una escena de un aparente momento de convivencia familiar. En otras está sentado a la mesa con una mujer menuda, morena, con quien luce en plan de pareja. Son imágenes contrastantes con otras donde está en cuclillas ante un cadáver tirado en el piso que tiene el vientre abierto. Se observa que mete sus manos al cuerpo de la víctima en busca de algo. Varios blogs y páginas de Internet que sirven de foro a infiltrados, pistoleros y personas que tienen acceso a información más detallada de lo que ocurre al interior de los grupos criminales en Tamaulipas, señalaban que Juan Pablo Leal Gutiérrez hizo del horror una cotidianeidad sin mostrar compasión alguna.