Setenta millas al norte de la frontera entre Reynosa (Tamaulipas) y McAllen (Texas), a 100 kilómetros al norte de la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, justo aquí, en el Condado de Brooks, termina el sueño americano de cientos y cientos de migrantes centroamericanos y mexicanos.
Aquí mueren. Aquí perecen a causa de la pesadilla en la que se convierte su periplo de miles de kilómetros (2 mil 382 desde San Salvador, 2 mil 651 desde Tegucigalpa, mil 172 desde Morelia), durante el cual son abandonados por inmisericordes polleros: perdidos en medio de la hostil vegetación y a merced de la fauna salvaje y el severo clima, las temperaturas arriba de 40 grados deshidratan a los migrantes hasta el paro cardiaco; las serpientes los muerden sin que tengan posibilidad de aplicarse un antídoto, o peor, los coyotes los devoran.
Y ahí, entre espinosos matorrales, ahí quedan sus cadáveres, en medio de la fina arena blancuzca, cuerpos inertes y destazados, macabras estampas de una travesía de horror.
Urbino Benny Martínez, chief deputy del Departamento del Sheriff del condado de Brooks, muestra las gráficas: desde 2009 han recuperado 403 cadáveres en las ardientes tierras de los millonarios ranchos ganaderos, petroleros y gaseros. Este año, el panorama es peor: ya van 41 cuerpos, casi siete al mes en promedio, contra 5.8 del año pasado. El año más cruel fue 2012, con 129 muertos, un promedio de 10.7 por mes.
Las cifras de la pesadilla migrante, pero detrás de los fríos números hay historias anónimas de dolor...
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Se lee en un expediente. Uno entre cientos más. "Brooks County Sheriff's Office. Investigación de cadáveres. Caso: 14/07/03-387. Oficial Investigador: Luis Reyes. 12:45 PM. Locación: En el campo, entre los arbustos. Mariposa Ranch. Mujer. Hispana. Blanca. Estatura: cinco pies. Peso: 120 libras. Pequeña. Cabello negro. Ojos negros. Propiedad 1: Un billete de veinte dólares. Propiedad 2: Tres billetes de un dólar. Propiedad 3: un billete de cinco dólares. Propiedad 4: Un celular LG. Valor estimado: $150USD. Camiseta negra. Jeans. Tenis amarillos y blancos. Severo estado de descomposición. Parte del rostro desaparecido, comido por animales salvajes. Huesos expuestos de los brazos así como del tronco. Causa de muerte: Deshidratación por el calor. Hallada por un empleado del rancho. Su cuerpo fue colocado en una bolsa y trasladado a la funeraria Howard Williams".
Ése fue el destino de esa mujer. Y de sus restos. Una migrante entre miles más. Una mujer con 28 dólares en la bolsa y un teléfono móvil. Eso es lo que quedó de ella y de su sueño americano. Eso y parte de su ropa roída por los colmillos de las bestias.
En su oficina, el jefe policial, Benny Martínez, muestra un enorme libro de pasta blanca en cuya tapa se lee: "2014. Human Remains Book". Es el Libro de Restos Humanos. Son los expedientes de los migrantes muertos. Cada uno tiene fotos de los cuerpos. Una galería de terror cuyas hojas va pasando lentamente el hombre de las botas puntiagudas mientras las comenta, una a una, con voz pausada, con mirada cansada, resignada. Son 41 los expedientes que tiene en su escritorio, los de este año. Cuarenta y un anhelos de una nueva vida frustrados, mutilados. Muertos anónimos. Sigue pasando hojas el ex miembro de las tropas estatales, Benny...
—Este era un joven. Mexicano... Esta señora fuimos y la recogimos temprano porque todavía está enterita, como quien dice. Y si dura unos días o unas horas más, termina así (señala otro esqueleto, otro caso en otra página). Ya sin nada. Sin nada...
—Son muchos sueños rotos, chief deputy...
—Sí, hasta aquí llegan los sueños. Hasta el condado de Brooks. A 70 millas al norte de la frontera...
—Solo les queda rezar... —se le comenta.
—Sí. A hacer oración, you know? Los que llegan van a llegar y los que no, al tiempo los vamos a recoger. Sea entero, o nada más en pedazos. Está muy pesado el terreno aquí, está muy pesado todo. Muy pesado...
Tan pesado como el silencio que se hace en su oficina.
—Ayer fui y recogí un cuerpo y sé que era mujer porque el pelo estaba acá, en un lado. Y el esqueleto de la cabeza estaba en otro sitio. Le faltaban los pies, las manitas. Era un cuerpo mediano y yo pienso que es de mujer. So, cosas así pasan aquí...
—Qué terrible dolor, ¿no?
—Oh, sí, cómo no. Es cosa triste. I mean, no sé adónde va a dar todo esto. Es cosa que siempre te pega en el alma. Y yo pienso que por una persona que encontramos, cinco muertas más no encontramos... —señala funestamente.
Silencio. Y cuenta:
—Yo he recogido esos 401 cuerpos de los que le hablo. Ya me acostumbré a verlos, ya no siento nada, solo voy a hacer mi trabajo...
Al pasar una de las fojas el agente policial se topa con un menor de edad. Eso le hace recordar la actual crisis de menores migrantes...
—Lo bueno de los niños es que están siendo detenidos nomás cruzan la frontera. Porque si vieras que un niño falleciera aquí afuera, no lo encuentras. No lo vas a encontrar. Se lo comen los animales, porque es chico. Lo devoran. Tantos casos hemos visto de dolor. Hace unas semanas un bebé nació en un trascabo en el campo. ¿Qué culpa tiene él para tener que nacer ahí, así?
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Voluntarios del Centro de Derechos Humanos del sur de Texas, que vive de donativos (SouthTexasHumanRights.org), recorren los hirvientes caminos del condado.
Sudan y sudan. De cuando en cuando camionetas de la Patrulla Fronteriza se asoman. Un helicóptero también. Cada día reciben no menos de cinco llamadas de auxilio al número de teléfono 911.
Difícil encontrar a los migrantes perdidos en miles de kilómetros cuadrados. Por lo pronto su gente ahí va, llenando tambos con 12 o 14 botellas de un galón de agua, en los ranchos cuyos ricos dueños lo permiten, porque la mayoría les niega el paso. Así que ahí van también colocando banderas naranja y azul de cinco metros de alto para señalar la ubicación de las estaciones de agua.
Eduardo Canales, director en Brooks de la organización, dice, mientras conduce su troca, que hacen lo que pueden, pero que mientras no haya otro tipo de leyes migratorias, los osados migrantes "seguirán muriendo en el chaparral".
—You know, mucha gente dice: "Hay que prevenir las muertes, que no vengan". No, salvar vidas es lo principal. ¡Salvar vidas! Y el modo número uno de salvar vidas es cambiar las políticas de migración de Estados Unidos, que está forzando a la gente a irse por el chaparral, por el monte, por el desierto, por el río. Todo eso es lo que hay que cambiar. Estados Unidos sabe que la mano de obra se necesita aquí para hacer los trabajos. Sí quiere esa mano de obra, pero la quiere que venga bien clandestina para poder explotarla en las ciudades. Es una política de mantener a la gente bien invisible y sin derechos.
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El chief deputy del Sheriff se pone sus lentes oscuros, se faja su radio en el cinto y repite frases que ya dijo ante la cámara mientras mostraba cientos de fotos de migrantes muertos:
—Esta es la realidad. Sí señor. Esto no es nada de Hollywood. No es nada de historia. Estas personas ya no se van a levantar. Ahí están ya, muertos. No son actores. Es cosa triste...