Tlacotepec— El panorama en la Sierra Madre del Sur es de muerte. El terror se ha esparcido por la montaña guerrerense –una de las zonas más pobres del país– a causa de la guerra entre grupos de narcotraficantes que, en medio de su disputa por los campos de producción y las vías de trasiego, amedrentan y acosan a los lugareños. Esta situación descontrolada ya provocó el desplazamiento de por lo menos 2 mil personas, provenientes de tres municipios.
En el último mes, bandas armadas recrudecieron la violencia en 13 poblados de los municipios de San Miguel Totolapan, General Heliodoro Castillo y Apaxtla de Castrejón. Han quemado decenas de viviendas, secuestrado a mansalva y convertido el asesinato en su primer y último argumento.
Cientos de mujeres, niños y hombres han dejado sus pueblos y buscado refugio en las cabeceras municipales, se fueron a vivir con familiares en otras regiones del estado o salieron del país.
En un principio, el gobierno estatal minimizó la situación. Calificó de “emigrantes internos” a más de mil desplazados de San Miguel Totolapan que abandonaron cuatro comunidades el 17 de julio y se concentraron en la iglesia de San Miguel Arcángel, en la cabecera municipal.
La administración del gobernador Ángel Aguirre Rivero (PRD) atribuyó el movimiento de personas a “falsos rumores” de enfrentamientos y ataques.
Sin embargo, 15 días después reculó: El miércoles 31 de julio –y también a raíz de la violencia– otras mil personas abandonaron sus comunidades, ubicadas en la parte baja de la sierra. Huyeron hacia las zonas altas para refugiarse en Huautla y Tlacotepec, esta última cabecera municipal de General Heliodoro Castillo. En ambos casos las autoridades estatales –a través de la Subsecretaría de Protección Civil– habilitaron albergues temporales en San Miguel Totolapan y General Heliodoro Castillo, donde se limitaron a entregar despensas, cobertores y colchonetas a los desplazados.
La rapiña
Hace dos semanas, Proceso recorrió la zona del conflicto. Las víctimas explicaron que el corredor de drogas que conecta la sierra con las regiones norte y Tierra Caliente es el escenario de una brutal guerra entre varios grupos delincuenciales. Reportes oficiales consultados por este semanario muestran que la región es disputada por las bandas de Los Rojos, La Familia y Los Guerreros Unidos.
El primer grupo tiene su bastión en Tlacotepec (municipio de General Heliodoro Castillo) y Chilpancingo, ciudad vapuleada por el secuestro, la extorsión y los asesinatos en contra de representantes de sectores productivos.
La segunda banda está afincada en el municipio de Arcelia y Teloloapan, desde donde controla el paso de droga hacia el Estado de México.
El tercero, Los Guerreros Unidos, se ha hecho fuerte en Iguala.
Apenas la semana pasada, las batallas entre esos grupos provocaron otro desplazamiento forzado. El pasado viernes 2, mujeres, niños y ancianos provenientes de Pezuapa (San Miguel Totolapan) narraron a Proceso que habían llegado a guarecerse a la Casa de Bienes Comunales de Tlacotepec después de caminar un día y medio a través del monte.
En total, eran 400 desplazados de tres municipios.
Contaron que un grupo delincuencial venía “barriendo” la sierra desde la parte baja de San Miguel Totolapan. Al llegar a su pueblo incendió casas y secuestró a algunos hombres.
Otros desplazados –que también permanecían en la Casa de Bienes Comunales– narraron el episodio que provocó su huida hacia Tlacotepec.
Recordaron que hombres armados irrumpieron en el pueblo de Amacahuite (General Heliodoro Castillo) y se llevaron a siete campesinos a la comunidad de El Pescado (Apaxtla de Castrejón), ubicada a dos horas a pie de donde fueron privados de su libertad.
En ese lugar, donde se encuentra el embalse de la presa El Caracol, los sicarios enviaron un mensaje a los pobladores de Amacahuite con el comisario municipal.
“Exigieron el paso por la comunidad para poder ingresar a Tlacotepec”, afirman. También demandaron la presencia de “los ganaderos” de Amacahuite en la comunidad de El Pescado como condición para liberar a los siete campesinos. Se cree que los querían extorsionar.
No obstante, los pobladores de Amacahuite rechazaron la exigencia del grupo armado. Optaron por abandonar la localidad y dirigirse a Tlacotepec, a pie y en camionetas.
Habitantes de cuatro comunidades más –El Capire, El Órgano, Ixtayotla y Tetitlán del Río– se sumaron al éxodo al ver el terror con el que huían los pobladores de Amacahuite. Así llegaron 400 personas a Tlacotepec. Otras 500 se quedaron en Huautla. No se sabe de los plagiados.
Proceso recorrió siete comunidades del municipio General Heliodoro Castillo –las dos donde se refugiaron los desplazados y cinco más, ubicadas en la parte baja de la zona serrana–, donde constató que el miedo impregnó los campos, los caminos y las viviendas.
Testimonios
En la comunidad de Ixtayotla, este semanario documentó un caso que sintetiza la desesperación que ahí se padeció. Ahí vive un joven de 25 años llamado Víctor Manuel. Padece de sus facultades mentales como consecuencia de un golpe en la cabeza. Fue abandonado en el pueblo el 31 de julio, cuando 36 familias huyeron del lugar por la narcoviolencia.
La abuela de Víctor Manuel salió aterrorizada, dejando todo. Nadie le pudo ayudar a cargar con su nieto de articulaciones atrofiadas. Así que el joven se quedó ahí, solo, en una casa de adobe y techo de palma, sin saber qué pasaba. La mujer de casi 80 años caminó dos horas para llegar a Huautla, donde se refugiaron más de 500 desplazados provenientes de los municipios de General Heliodoro Castillo, San Miguel Totolapan y Apaxtla de Castrejón.
Cuatro días después, Florentino Soto Basave, quien se había quedado en Huautla, regresó a Ixtayotla y este semanario lo acompañó.
“Tengo que ver la milpa, mis animalitos, mi casa. En el pueblo se quedó un muchacho que no sabemos si está vivo”, dice durante el camino, en una brecha de terracería.
Después de dos horas llegamos al pueblo. El lugar está desolado. Las tierras de cultivo y viviendas, abandonadas. Sobre las polvorientas calles sólo deambulan animales domésticos.
Dentro de una de las casas está Víctor Manuel. Sentado en el piso, frente a la tranca de un corral.