Después del Triángulo Dorado (ubicado entre Chihuahua, Sinaloa y Durango) existe el Triángulo de la Brecha. "Podríamos decir que es la entrada y salida a la sierra de Nanchititla, la zona limítrofe entre Michoacán, Guerrero y Estado de México", afirma el general José Luis Sánchez León, comandante de la 22 zona militar, que abarca este territorio.
"Aquí la delincuencia organizada operó libremente, porque su orografía irregular y vertical le facilitó realizar acciones ilícitas, tener espacios donde ocultar armamento, droga o para resguardarse de las autoridades", precisa.
En este triángulo —enclavado en la zona de Tierra Caliente— operan los cárteles de Michoacán y Guerreros Unidos, que aprovecharon esta sierra como zona de paso al Estado de México para adentrarse en las comunidades modestamente agrarias y ganaderas de Nanchititla (800 habitantes), Tejupilco (71 mil habitantes) y el relativamente nuevo municipio de Luvianos (73 mil habitantes).
Así, los delitos comunes mutaron hacia el secuestro, extorsión, robo de ganado, siembra y tráfico de drogas o armamento; hechos adicionales fueron los enfrentamientos entre ambos grupos y sus ajustes de cuentas.
"La delincuencia organizada circulaba libremente en estas carreteras y sin ninguna restricción. Sí había presencia militar, pero no se daban abasto para tener tropas permanentes en toda el área", explica Sandro Díaz, teniente coronel de infantería de la zona.
Por ello la delincuencia organizada utilizó a su favor los largos tiempos de reacción de la autoridad local, estatal y militar; abrió caminos y brechas de terracería para llegar a otras rancherías o evitar los tramos de carretera en reparación hacia la sierra. Y sacó partido al clima lluvioso o con neblina, propio de la zona en ciertas épocas del año.
Un campo militar serrano
Esa fue la propuesta de la Secretaría de la Defensa: si querían reducir tiempos de respuesta en el sur mexiquense, inhibir la delincuencia en el Triángulo de la Brecha y acercarse a la comunidad, la estrategia tenía que ir en esa ruta. En Luvianos y Tejupilco el 102 batallón de infantería podría acortar tiempos de respuesta, pero Nanchititla tenía todo en contra por estar ubicada en la cima de la sierra, dentro de una zona de conservación ecológica, a hora y media de Tejupilco por tierra.
Entonces, en abril de 2013 el gobernador Eruviel Ávila puso a su disposición un terreno de conservación natural de 58 mil metros cuadrados, ubicado a la entrada de la sierra y a solo cinco minutos de la comunidad.
El documento, publicado en la gaceta de gobierno, indicó las razones: "responde a un objetivo estratégico de las fuerzas armadas nacionales y, por lo tanto, se trata de una cuestión de orden público, además de que la presencia de la Secretaría de la Defensa Nacional a través de sus fuerza armadas, es indispensable para la conservación y vigilancia del área natural protegida".
En agosto un capitán ingeniero de la Sedena comenzó la construcción con recursos del gobierno estatal y contrató personal civil para edificar las instalaciones de comandancia y tropa, un comedor, explanada, parque de vehículos, helipuerto (básico para operativos y patrullaje de la sierra), así como casetas de vigilancia.
"En esta obra trabajaron aproximadamente 150 albañiles originarios de Tejupilco y Luvianos; y la cuarta parte de ellos se vio amenazada por la delincuencia organizada. Los buscaron al salir de trabajar, principalmente los fines de semana.
"En grupos de dos a tres personas comenzaron a amenazarlos", asegura Sánchez León, quien narra por primera vez los testimonios dados por los obreros afectados.
"Sabemos que estás trabajando ahí... si sigues colaborando con los militares, te vamos a afectar a ti, tu familia... vas a sufrir las consecuencias... alguien va a salir lastimado".
En cuatro meses la Defensa Nacional edificó la base de operaciones Nanchititla, instalando en el terreno de construcción un campamento para los albañiles, quienes vivieron allí durante una semana completa para luego ser escoltados por un convoy de militares, que los bajó hasta los municipios de Tejupilco y Luvianos.
El mismo método lo realizaron a la inversa, para subir y custodiar a un segundo grupo de albañiles que continuó la edificación, y así sucesivamente.
"De esa manera pudieron seguir ellos con su trabajo y nosotros con la obra, que quedó concluida antes de Navidad. Esta base es la más importante del sur mexiquense y la más grande, pero no es la única", refiere el general.
Aunque este lugar fue inaugurado oficialmente a mediados de junio pasado, en realidad comenzó operaciones en enero.
Soldados médicos, soldados policías...
Gradualmente la base militar de Nanchititla se ha integrado a la comunidad. "Al principio no nos proporcionaban ni el saludo por temor a represalias, pero poco a poco la gente se ha ido familiarizando con nosotros", relata el teniente Sandro Díaz.
La pequeña comunidad de Cañadas de Nanchititla, ubicada a mil 880 metros sobre el nivel del mar, adscrita al municipio de Luvianos. Hay solo una iglesia, un quiosco en la plaza principal y un terreno baldío donde los niños juegan futbol, mientras los adultos miran el partido desde las sillas que colocaron a la entrada de sus casas de adobe.
Nicomedes Aguirre lleva 40 años viviendo aquí y atiende su carnicería, "La Ternerita", que no tiene nada de carnicería, porque no hay quien compre la carne de la ternera que mató recién para ganar un dinero.
Siendo una mujer de tercera edad, mira de lejos la cámara de televisión y decidida se acerca para pedir ayuda, abiertamente, en espera de que alguien la escuche.
"Solo somos un pueblito con vistas muy bonitas. ¡Pero no tiene vías de trabajo! La gente a veces no tiene qué comer ni para pagar sus gastos. No hay policías, ni médicos. Aquí nos cuidamos solitos, cada uno. Ahorita porque está el gobierno aquí (dice refiriéndose a los soldados) nos sentimos seguros. Ellos nos han ayudado, vienen a vigilar el pueblo por las tardes, por las mañanas. Si hay un evento de baile, los traemos para que estén aquí cuidando a los borrachos. Si tenemos enfermos, nos atienden cuando pueden. Son buena gen-
te", resume.
—¿De verdad los narcotraficantes pasaron por aquí?
—Sí, estuvieron como tres años, pero cuando anduvieron nunca hubo nada, explica con relación a hechos violentos. "Esos hubo, pero en los pueblos alrededores; aquí nadie se metía con ellos, ni ellos con uno. Se portaban bien. No tenemos nada que decir de ellos".
El teniente Díaz y el general Sánchez León afirman que poco a poco Nanchititla se recuperará. Al menos, dicen, algunos vendedores de otras comunidades han regresado para vender su mercancía los domingos.
El paso de los convoyes militares que suben o bajan de la sierra no pasa inadvertido aquí ni en Tejupilco o Luvianos. La gente se asoma desde sus casas tratando de adivinar: ¿ha pasado algo?
Desde su vehículo los soldados los miran también, tratando de advertir si es solo por curiosidad, un halcón que está vigilando la calle o un niño que al mirarlos levanta su mano para decirles adiós.