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Se extingue la guerra de los narcomensajes

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El dedo índice acaricia el metal del gatillo de una pistola 9 mm. El percutor golpea el cebador, la pólvora se enciende y la bala se desprende del casquillo hasta pasar por el cañón. Una y otra vez se repite la misma acción, mientras su sonido rebota en los tabiques rojos de la capilla de Nuestra Señora de la Salud. Frente a la iglesia yace el cuerpo inerte de un hombre de aproximadamente 40 años. En su espalda desnuda se dibujan varios trazos con plumón negro. Es un narcomensaje. En él se lee: “Tu sigues vibora (sic.)”.

Las siete detonaciones irrumpen el silencio y perturban el sueño de los vecinos de la unidad habitacional de San Pablo Xalpa, en la delegación Azcapotzalco del Distrito Federal, pues apenas han transcurrido los primeros minutos del lunes 5 de mayo de 2014.

A unos cuantos kilómetros de ahí, tras la línea imaginaria que divide a la ciudad de México del Estado de México, casi a la medianoche fue ejecutado un taxista en su auto a finales de 2013. Tres balas se alojaron en su cuerpo, en el que sus victimarios colocaron una cartulina que decía: “Nadie juega con La Marrana”. Los pobladores de la colonia El Arenal, en Tlalnepantla, sólo escucharon los disparos. Nadie vio nada. El único testigo: un altar de la virgen de Guadalupe.

Ese modus operandi utilizado por los sicarios no es casualidad, tiene una explicación: los grupos del crimen organizado colocan narcomensajes en puentes peatonales, lo mismo que en plazas públicas, vialidades transitadas y cuerpos de ejecutados, con el fin de generar “control social” y “preocupación entre los pobladores”, dice en entrevista Günther Maihold, doctor en Sociología por El Colegio de México (El Colmex).

A pesar de que estos mensajes estén dirigidos a rivales, como sucedió el 7 de septiembre de 2006 en Uruapan, cuando el cártel La Familia Michoacana arrojó cinco cabezas con un mensaje en medio de la pista de baile del bar Sol y Sombra, el objetivo —dice Maihold— es legitimarse ante la población mediante una seña que los caracterice.

“(…) La comunicación de la violencia parece tener los efectos de una parálisis, pues la situación traumática congela [a las personas], por lo que pronto suspenden la acción colectiva”, precisa en su investigación titulada Las comunicaciones criminales: el caso de las narcomantas, publicado por el Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede).

Durante el periodo 2006-2012, aparecieron 3 mil 793 narcomensajes a lo largo y ancho del país, lo que significa que, en promedio, se aseguraron 1.7 de estos mensajes al día durante el sexenio de Felipe Calderón. En contraste, en lo que va de esta administración han aparecido 145 narcomensajes, lo que equivale a 0.2 diarios [uno cada cinco días], de acuerdo con información obtenida a través de una solicitud de información a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). O lo que es lo mismo, un promedio de 52 al mes, frente a ocho en la actual administración.

Buscan silenciar a los ciudadanos

EL UNIVERSAL recorrió distintos municipios del Estado de México y delegaciones del Distrito Federal donde aparecieron cuerpos desmembrados con narcomensajes.

Los pobladores que accedieron a hablar, bajo la condición del anonimato, coinciden en una cosa: las células criminales imponen “terror” para que nadie se meta con ellos.

“Creemos que ese tipo de mensajes son para silenciar a los vecinos. Lanzar un cuerpo es para decirnos a los habitantes que si denunciamos nos ganamos enemigos”, dice una pobladora de Azcapotzalco.

“Hemos insistido durante años en que se coloquen cámaras de seguridad en este corredor de drogas que los grupos delincuenciales utilizan para ajustar cuentas y comerciar estupefacientes. Sin embargo, nadie quiere asumir la comisión de seguridad de la colonia porque tienen miedo”, agrega la vecina.

En Tlalnepantla, un trabajador mencionó que el asesinato del taxista, presuntamente firmado por Jaimes Castrejón, La Marrana —otrora jefe de plaza de La Familia Michoacana en el Estado de México y abatido en Luvianos en agosto de 2013— fue dirigido a la comunidad para que “sepamos que no debemos meternos en asuntos del cártel”.

Los comités vecinales en Tlalpan aseguran que sus hábitos cambiaron radicalmente a partir de que aparecieron dos “encajuelados” con un narcomensaje en la calle Niño de Jesús, firmado presuntamente por el cártel de Jalisco Nueva Generación.

Precisamente esa delegación fue el sitio predilecto de La Mano con Ojos para dejar narcomensajes. En esa zona colindante con Morelos operaba el ex líder Óscar Oswaldo García Montoya, El Compayito, quien era jefe de seguridad de Arturo Beltrán Leyva El Barbas.

Por su parte, un policía antinarco de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Estado de México, que solicita anonimato, asegura que el uso de los narcomensajes pretende “causar terrorismo ante la gente para que de alguna manera no presionen a las instancias gubernamentales con denuncias”.

—Cuando las autoridades policiales mexiquenses arriban a este tipo de escenas criminales, ¿qué sensación les causa? —se le pregunta al agente.

—Es de alerta, pues lo hacen también para atemorizar a los mandos que no hemos sido corrompidos; o bien, es una demanda a los que forman parte de la nómina delictiva.

—¿Ha recibido amenazas así?

—Cuando estuve en Tlalnepantla, porque estábamos en el área de antisecuestros desmantelando varias células de diversos cárteles, entre ellos La Familia Michoacana.

Al estilo de las mafias sicilianas

Los narcomensajes no sólo generan control social y terror. Sus contenidos buscan persuadir a la comunidad para obtener consenso en acciones presentes y futuras del narcotráfico, como un departamento de relaciones públicas.

Günther Maihold señala que entre los efectos que planean producir con sus mensajes está el intento de empatizar con una parte de la sociedad en su animadversión hacia las instituciones de gobierno.

Un botón de muestra: en mayo de 2009 aparecieron narcomantas en puentes de Veracruz que pedían a Calderón investigar al Ejército por “innumerables abusos que son de golpear y cargar con droga a ciudadanos que han matado y quemado, como sucedió en Nuevo Laredo”.

Para el doctor en Sociología, “cada cártel tiene un departamento de relaciones públicas, como en los viejos esquemas de la mafia siciliana”, en Italia.

—Respecto al caso de Los Caballeros Templarios, ¿se puede suponer que Servando Gómez, La Tuta, era el vocero de Nazario Moreno antes de ser ‘abatido’ por segunda vez? —se le pregunta al experto.

—Claro. Hay una estrategia muy clara de querer impactar sobre el público, manejar prioridades para cambiar su imagen, todo es public relations —responde.

Estados con más hallazgos

Las cifras sobre el número de narcomensajes asegurados en el sexenio de Felipe Calderón también fueron proporcionadas por la Procuraduría General de la República (PGR), pero no coinciden con las de la Sedena. Mientras que la secretaría habla de 3 mil 793, la PGR apunta a que se aseguraron mil 34 narcomantas del 1 de diciembre de 2006 a noviembre de 2012.

De esa cantidad, agrega la información de la PGR otorgada a través de una solicitud de transparencia, los estados con más apariciones fueron Guanajuato, con 289 narcomensajes; Chihuahua, 155; Guerrero, 150; Tamaulipas, 105; Morelos, 78; Sinaloa y Sonora, 52 cada uno; Coahuila, 46, y Michoacán, 30.

Se agrega que hay entidades que no registraron mensajes del crimen organizado en ese mismo periodo, tales como Baja California Sur, Colima, Jalisco, Oaxaca, Querétaro, Tlaxcala y Yucatán.

Sin embargo, una búsqueda hemerográfica apunta a que existen algunos casos en que sí se hallaron este tipo de mensajes. Por ejemplo, en agosto de 2008 aparecieron 12 personas decapitadas en el municipio de Buctzotz, Yucatán. Allí se encontró un mensaje del crimen dirigido al titular de Seguridad Pública: “Por no respetar los tratos, tú eres culpable de lo que pase, Luis Felipe Saidén Ojeda”.

En Zapopan, Jalisco, fue hallado en marzo de 2012 un cuerpo colgado en un puente peatonal con una lona dirigida al antiguo líder del cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, y presuntamente firmado por Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, ex líder de Los Zetas. Ambos presos en el penal del Altiplano.

La información sobre apariciones de narcomensajes a partir del 1 de diciembre de 2012, cuando asumió el poder Enrique Peña Nieto, no fue otorgada por la PGR. En tanto, la Sedena dijo que se ha registrado un total de 145 mantas, mientras que la Secretaría de la Marina (Semar) apunta que han sido 49.

Según la Sedena, Chihuahua está a la cabeza, con 26. Le siguen Sonora y Coahuila, con 20 cada uno; Guerrero, 18; Tamaulipas, 17, y Michoacán, 15.

La fractura

Desde la toma de posesión de Calderón, los cárteles intentaron establecer comunicación con el gobierno federal a través de narcomensajes.

La intención, de acuerdo con la investigación de Maihold, era y aún es “atraer la atención de la sociedad civil y de los medios para que las reproduzcan y divulguen, y por esta vía generar una articulación alternativa a las comunicaciones de los actores gubernamentales”. El ex presidente fue acusado en numerosas ocasiones de presuntos nexos con El Chapo, mientras que los cárteles no han aludido a Peña Nieto.

En julio de 2011 aparecieron en Chihuahua mantas que decían: “Felipe Calderon, Genaro García Luna y Facundo Rosas, ya dejen de apoyar al joto del chapo para que ya se acabe todo el desmadre en el país, porque si no vamos a hacer un puto desmadre por todo el país a todo lo que da (sic.)”.

A 16 días de finalizar el sexenio calderonista, Los Caballeros Templarios desplegaron mantas para “despedir” su mandato, con el que “no estuvieron de acuerdo” por declarar la guerra. En contraste, dieron la bienvenida al presidente Peña Nieto.

Las autoridades, dice Maihold, no reconocen que este fenómeno es una prueba de un tipo de diálogo entre el Estado y los criminales: “Los narcomensajes son una reacción de que ya no existe el diálogo o que la red de comunicación establecida se fracturó por un actor gubernamental”.

Y concluye: “Esto ha ocurrido en la medida en que el Ejército y la Marina se han internado en las entidades no sólo para intervenir y restablecer el supuesto orden, sino para romper los canales comunicativos existentes”.

El terror en la web

El 24 de marzo de 2011, convocados por Televisa y Tv Azteca, diversos medios firmaron en el Museo Nacional de Antropología el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, con el fin de evitar ser voceros involuntarios.

A pesar de esto, los publirrelacionistas del narco hallaron nuevas vías de comunicación en internet.

Redes sociales y blogs son usados frecuentemente por los cárteles para difundir comunicados o videos para amedrentar a rivales y difundir el terror vía web. Muestran ejecuciones o salen a cuadro para deslindar o justificar sus actos.

En su libro CeroCeroCero, el periodista Roberto Saviano escribe: “Hay una cosa que Los Zetas aprenden solos: guiñarle el ojo a la cámara (…) La crueldad funciona si se propaga como un contagio, de boca en boca, de persona en persona. Decapitaciones, ahogamientos y despellejamientos son su departamento de marketing; los videos de sus bestialidades su gabinete de prensa”.

Otra modalidad es cuando usan la cámara escondida para exhibir a funcionarios como el ex mandatario interino de Michoacán, Jesús Reyna, y Rodrigo Vallejo, El Gerber, hijo del ex gobernador Fausto, quienes sostuvieron reuniones con La Tuta.

Para el especialista de El Colmex, la comunicación del narcotráfico ha evolucionado. En las publicaciones en cuentas de Facebook y Twitter que advierten de peligros en demarcaciones mediante información escrita o gráfica —apunta— es imposible diferenciar si pertenecen a ciudadanos o halcones.

“Este tipo de información puede provenir de todos lados e implica otro instrumento de control social”, sentencia Maihold.


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