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En La Cabeza de Juan José Esparragoza, “El Azul”. Parte 3

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Existen documentos que detallan la vida de las cárceles capitalinas a principios de los años 90, cuando el capo sinaloense fue enviado al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, hoy llamado del Altiplano. 

El 11 de octubre de 1991, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 090/1991 al jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís. 

Las quejas de los internos incluyeron el cobro por la utilización de celdas de privilegio, en las que internos con poder económico ocupaban hasta cinco estancias para ellos solos; el pago obligado para poder usar las habitaciones de visita íntima, áreas de visita familiar y llamadas telefónicas; venta de reportes para acreditar el supuesto trabajo en el interior de los centros de reclusión; influyentismo y venta de estudios técnicos de personalidad; prostitución propiciada por autoridades; venta de drogas y alcohol, y acceso sin restricción durante las 24 horas del día a familiares y amigos para visitar a grupos selectos de internos. 

En agosto de ese año, supervisores de la CNDH visitaron todas las prisiones. En La Peni encontraron como director a Margarito Luis Pérez Ríos, el hombre que firma varios de los documentos técnicos que avalan el tránsito de Esparragoza por el lugar. 

Los supervisores constataron el deterioro de las instalaciones hidráulicas y eléctricas, los servicios sanitarios y las regaderas y la carencia de agua corriente para el servicio y la higiene de los internos: sólo dos horas de agua por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche. 

La prisión tenía casi 3 mil internos, cuando la capacidad era sólo para mil 750. Muchos dormían en el piso de las estancias y en los pasillos. El costo de las habitaciones para las visitas íntimas, en el turno matutino, era de 40 mil pesos; en el vespertino, de 50 mil, y por las noches, de 110 mil pesos de entonces. 

Se consignó que los oficios de comisión laboral eran una mercancía más, lo que los reos certificaban el desempeño de alguna actividad laboral. 

En el Reclusorio Norte, los inspectores encontraron una cárcel generalmente infestada de chinches, pulgas y ratas en casi todos los dormitorios. Los botes de basura rebosaban de botellas vacías de ron y brandy y latas de cerveza. 

Algún efecto tuvo la recomendación. En marzo de 1992 El Azul fue trasladado al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, hoy llamado del Altiplano Número Uno. Pero las paredes de las prisiones son, para hombres como Esparragoza, muros imaginarios. Según el FBI y la DEA, mantuvo el control de las operaciones de su empresa desde la cárcel federal. 

El Azul salió libre en mayo de 1993.

Nunca ha vuelto a prisión.

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El análisis de Esparragoza Morena no concluyó en las cárceles de la ciudad de México. Juan Pablo de Tavira, ex director de Almoloya de Juárez, lo señaló a mediados de los años 90 como el principal operador y negociador del narco en México. 

“Fue el hombre de las relaciones públicas del Cártel de Guadalajara: hábil para hablar y para moverse, se le consideraba indispensable en la mafia”, describió De Tavira en su libro ¿Por qué Almoloya? 

Era cierto. En esa época, El Azul era un hombre ubicuo. Hasta se le consideró como posible heredero del Cártel del Golfo luego de la captura de Juan García Abrego. Pero El Azul se asentó en Cuernavaca. Morelos no era una casualidad. Era una constante. A finales de la década de los años 80, cuando el narcotráfico mexicano era liderado por Amado Carrillo Fuentes, el crimen organizado presuntamente agasajaba al gobernador Carrillo Olea. 

A cambio, el narco logró hacer mudanza a su estado y habría utilizado las pistas aéreas para recibir embarques de droga antes de reenviarlos a Sonora. Años después, una hija del El Azul, Nadia, fue relacionada sentimentalmente con el entonces gobernador panista de Morelos, Sergio Estrada Cajigal. 

Y, tras la muerte del Señor de los Cielos, en julio de 1997, algo quedó claro en Morelos. Había nuevo patrón: El Azul. 

En aparente retiro, a Esparragoza se le comenzó a respetar como se hace con los viejos venerables de la tribu. También llamado Don Juan, pronto emergió entre los de su estirpe como el hombre sensato, curtido por la experiencia, el conciliador. 

Algunos años más tarde, en 2006, versiones no oficiales, pero no desmentidas, lo ubicaban como un auténtico Don en la mafia mexicana. Y en esa calidad Esparragoza convocó a los más importantes grupos del crimen en disputa a dejar a un lado las violentísimas reyertas internas que estaban manchando de rojo ciudades y ranchos. Era la única figura que podía instarlos a comportarse con prudencia y pactar un reparto de territorios y señoríos. 

Se formó lo que se llamó La Federación. Estaban ahí quienes eran alguien en el mundo del narcotráfico. 

Como es obvio, no funcionó por mucho tiempo.

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Esparragoza Moreno resolvió el test de frases incompletas el 17 de marzo de 1986. Es una prueba compuesta de 60 ideas que deben ser concluidas por el procesado. Indaga actitudes frente a la familia, el sexo, el concepto de sí mismo y las relaciones interpersonales. 

Textualmente, tras los puntos suspensivos, el narcotraficante respondió: 

1. Pienso que mi padre rara vez… dejo de estar conmigo 

2. Cuando la suerte está en mi contra… me deprimo 

3. Siempre he querido que… mi familia viva bien 

5. El futuro me parece… difícil 9. Cuando era niño… fui muy travieso 

12. Comparada con la mayoría de las familias, la mía era… ideal 

22. La mayoría de mis amigos no saben que tengo miedo de… morir 

30. Mi peor equivocación fue… no estudiar 

32. Mi mayor debilidad… el dolor familiar 

33. Mi ambición secreta en la vida… ser un buen padre 

34. La gente que trabaja bajo mis órdenes… es gente respetada 

45. Cuando era pequeño, me sentía culpable de… mis travesuras 

48. Al dar órdenes a otros… me porto serio y recto 

53. Cuando no estoy presente, mis amigos…me admiran 

Al año siguiente, Esparragoza resolvió de nuevo el mismo cuestionario. 

5. El futuro me parece… muy maravilloso 

20. Anhelo… llegar a viejo sin achaques 

24. Antes de la guerra, yo… ignoraba los alcances que ay en la actualidad 

28. Las personas con las que trabajo son… muy aceptadas 

32. Mi mayor debilidad es… ser muy sensible 

33. Mi ambición secreta en la vida… es llegar a ver realidad que mis hijos son gente de vien 

36. Cuando veo venir a mi jefe… me pongo a sus ordenes 

39. Si fuera joven otra vez… sería un atleta 40. Creo que la mayoría de las mujeres… son divinas 

45. Cuando era más joven, me sentía culpable por… la ignorancia 

52. Mis temores me obligan a veces a… sentirme confuso 

54. Mi recuerdo infantil más vívido… un viaje a disnelandia 

60. Lo peor que hice hasta ahora… es no aber terminado mis estudios 

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Una muestra de la convivencia con la comunidad política. En enero de 1995 el procurador morelense Carlos Peredo Merlo realizó una fiesta en Cocoyoc por la boda de su hijo. Al casamiento acudieron Carrillo Olea, entonces gobernador con licencia y testigo de honor. También El Señor de los Cielos y El Azul, según reportes no desmentidos. 

El ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, hoy extraditado, también sucumbió a la plata del Cártel de Juárez. El mismo Azul estableció el negocio al otro lado del país, donde coordinó el envío de coca a Estados Unidos. 

Su poder no se limitó a los civiles. El primer día del consejo de guerra que se les realizó, a fines de octubre de 2002, los generales Francisco Quirós Hermosillo y Arturo Acosta Chaparro, vestidos con sus uniformes de una y tres estrellas, dijeron que no. Que ellos no eran empleados del Señor de los Cielos. 

Ese mismo día, se leyeron los testimonios de varios testigos protegidos, algunos ligados a ellos desde los días en que el ejército, la Dirección Federal de Seguridad, la Policía Judicial Federal y la Policía Judicial del DF integraron la Guardia Blanca para perseguir y aniquilar líderes guerrilleros durante los años 70. 

Dos de ellos, Gustavo Tarín Chávez y Jaime Olvera Olvera, aseguraron bajo juramento que Quirós era compadre de Juan José Esparragoza y que Acosta llamaba “m’ijo” a Amado Carrillo. 

Jesús Gutiérrez Rebollo, el general al que se llamó “el zar antidrogas de México”, también sucumbió al encanto de El Azul. El 8 de julio de 1987, la especialista María del Carmen reportó otro estudio criminológico de Esparragoza. Habló también de la sobreprotección de su padre, quien llenó la mano de su hijo con una pistola. 

“Ha incrementado de manera excesiva su ambición por el poder, ya que a pesar de poseer una cuantiosa fortuna, heredada de su padre, la ha incrementado con las actividades del narcotráfico. 

“Sus características de personalidad son de pocos sentimientos de culpa, angustia o remordimiento, con fallas importantes en los juicios de valor. Es hostil, oportunista y, sobre todo, manipulador, ejerciendo rol de líder ante cualquier grupo. Mantiene bajo control de impulsos. Es seductor con el manejo de poder. 

“Se considera que su capacidad criminal es alta por el deseo desmedido de poder. Su capacidad de adaptabilidad social es media, ya que ejerce la seducción y la manipulación en sus relaciones interpersonales. Su índice de peligrosidad es alto, pues es un sujeto con posibilidades de evasión por el mismo rol de líder que maneja”. 

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Si se atiende a la vida de El Azul, el Estado mexicano está amenazado por hombres que ni la secundaria terminaron. Ahí está él, un hombre decidido a no ir más a la escuela después del segundo año de secundaria, clasificado por la DEA y el FBI como un pacificador en las sangrías que se hacen los cárteles mexicanos. No sólo esto. 

Es un barón de las drogas con autonomía. 

“Se le ha reportado como una cabeza de la organización por sus propios méritos con conexiones independientes con traficantes peruanos y colombianos de cocaína”, enunció el reporte Crimen Organizado y Actividad Terrorista, elaborado por el Congreso de ese país a principios de esta década. 

El gobierno estadunidense colocó una recompensa sobre su cabeza de 5 millones de dólares, lo mismo que ofrece por la entrega de El Chapo Guzmán, quizás el capo más reputado del mundo en la actualidad. El de México ofrece 30 millones de dólares a quien dé información que lleve a detenerlo. 

También están los reportes de la justicia argentina, que lo ubican como residente temporal en Buenos Aires, donde tejía redes de lavado de dinero y envío de cocaína hacia el norte del continente. 

Hoy el Cártel de Sinaloa se despedaza. La guerra interna se declaró en enero de 2008 cuando los hermanos Beltrán Leyva se dijeron traicionados por El Chapo, a quien acusan de haber entregado a las autoridades a Alfredo Beltrán Leyva. 

Del lado del Chapo se situaron Ismael El Mayo Zambada; Ignacio Nacho Coronel, abatido por el ejército en Guadalajara hace dos semanas, y el patriarca, El Azul. 

Los Beltrán Leyva, originariamente asesinos y ajustadores de cuentas de los viejos empresarios de la droga, se aliaron con los Carrillo Fuentes y Los Zetas, los más jóvenes y los más violentos del vecindario. 

Se ha dicho que El Azul no se quedó con la última mujer registrada por los estudios psicológicos de las prisiones del Distrito Federal. Que se unió a una de las hermanas de los Beltrán Leyva., perseguidos por el gobierno de Felipe Calderón hasta el asesinato y la exhibición de sus cadáveres con billetes adheridos a su cuerpo con su propia sangre. 

Sólo algo es seguro. Narcos surgen y narcos sucumben. 

Todos, menos uno: Esparragoza Moreno, el capo que sabe guardar silencio desde la infancia, que soñaba en prisión con su viaje a disnelandia. 

Y quizá dos. Semanas antes de la salida de prisión de su viejo socio Rafael Caro Quintero, la DEA notificó la existencia de que el Narco de Narcos, el hombre que compró el sistema de espionaje mexicano, seguía vigente mediante una extensa red de empresas de bienes raíces en Jalisco y de gasolineras en Sinaloa. 

Que sobrevivió gracias a un viejo socio, el único que vivido completa la historia de la Nación del Crimen, un hombre que de tan prieto que está le dicen El Azul.

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