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La Gran Traicion: La Inteligencia en Manos del Narco, parte 2

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Vale la pena comentar, al menos de manera resumida, el perfil de Javier Torres Félix, uno de los más reputados sicarios al servicio de los capos de Sinaloa, incluso antes de la existencia del cartel propiamente establecido. 

Por eso y porque era el hombre sentado a la derecha de El Mayo. 

Segundo de cinco hermanos, El JT nació el 19 de octubre de 1960. Abandonó la escuela en el segundo año de primaria y más o menos por ese tiempo comenzó a trabajar en el campo. A los 17 años ya inhalaba de la cocaína que luego vendería por toneladas. Como todos los narcotraficantes sinaloenses de la época, se presentaría como agricultor y ganadero. 

En 1984, a sus 24 años de edad fue aprehendido en Sinaloa por el rapto de su novia. Meses después quedó en libertad. 

Seis años más tarde, ya estaba formalmente instalado en el narcotráfico. Según la indagatoria de la Procuraduría General de la República (PGR), en 1990 era el operador de Manuel Salcido El Cochiloco, colocado en la segunda línea de mando del ya extinguido Cártel de Guadalajara, liderado por Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo. 

En junio de 1990 el JT fue detenido por el Ejército en Mazatlán, Sinaloa, en posesión de más de 800 kilos de mariguana y cuatro rifles AK-47, por segunda vez fue encarcelado. Un año después quedó en libertad. 

Desde 1992 la DEA lo ubicaba ya como lugarteniente del Mayo Zambada. Volvió a prisión en 2005. Fue internado en el Reclusorio Norte, la misma cárcel que años antes albergara a Caro y a Don Neto. Ahí coincidió con José Alberto Márquez Esqueda El Bat, ex jefe de sicarios del Cárrtel de Tijuana y enemigo suyo a muerte. La cercanía de ambos ocasionaba la inmediata sensación de muerte. 

El JT compartió dormitorio con Carlos Ahumada Kurtz, el empresario que destapó los videoescándalos. En una ocasión, durante un carcelazo o depresión relacionada con el encarcelamiento, Ahumada lloraba de manera desconsolada. 

–Ya, cabrón, no llores– decía el sicario en cuclillas frente un anafre en el que cocinaba. Visto en esa posición, quedaban al descubierto las cicatrices en la coronilla de la cabeza por el implante de cabello que se hizo. 

Pero el complotista de Andrés Manuel López Obrador no podía contener el llanto. 

–Mira, tranquilo, te hice una quesadilla– extendió El JT la tortilla doblada con queso adentro. 

Curioso detalle proveniente de un hombre cuya personalidad le fue advertida a su juez: 

“Esquizo-paranoide con características antisociales: sujeto impulsivo con conflictos con la figura de autoridad, suspicaz, manipulador, racionalista y egocéntrico. No aprovecha la experiencia siendo híper vigilante (sic) ante cualquier amenaza percibida manejando ideas megalómanas de logro y realización personal con los que encubre sentimientos de minusvalía”. 

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En junio 2001, agentes de la Federal de Investigación que dieron seguimiento al caso y fe de los objetos encontrados en las camionetas de Cosalá reportaron otras cantidades de dinero: 70 mil 400 pesos y 20 mil dólares. 

Reiteraron que entre los documentos encontrados, entre estos la licencia de conducir a nombre de Jerónimo López Landeros, cuya fotografía era la imagen del Mayo Zambada”. 

No fue el único papel con el pseudónimo del Mayo. 

Se encontró una tarjeta blanca enmicada impresa con la oración “H. Ayuntamiento del municipio de Durango 1998-2001” y un escudo. Tenía escrito a máquina: 

“El portador de la presente, Ing. Agrónomo Jerónimo López L me ha sido recomendado ampliamente, por lo que pido a los elementos de la dirección de Seguridad Pública de Vialidad que, en caso de cualquier incidente en que se vea involucrado, antes de proceder en su contra, se comuniquen con el suscrito”. Lic. Raúl Obregón A. (director general de la Policía Judicial del estado), una firma ilegible, un sello en color azul y en la parte inferior un lema: “Durango, tarea de todos”. 

*** 

Otro hallazgo importante fue el de los teléfonos celulares, propiedad de Javier Torres Félix, el segundo del Mayo Zambada en ese momento. 

Uno de los números mantenía comunicación con otro a nombre de Karla María Monge Corral, con domicilio en apartado postal 28, Culiacán, Sinaloa, propiedad del gobierno del estado de Sinaloa. 

Desde este teléfono, a su vez, se establecía contacto frecuente con un teléfono fijo registrado a nombre de María Teresa Zambada Niebla, hija del Mayo, en la colonia Colinas de San Miguel, en Culiacán. 

También por las conexiones telefónicas se ubicó otra casa en Las Quintas, misma ciudad, a nombre de Miriam Patricia Zambada Niebla y Mónica del Rosario Zambada Niebla. Los policías vigilaron, preguntaron a los vecinos y pronto apareció el nombre Ismael Zambada Niebla El Vicentillo. 

En esta casa había alrededor de 15 vigilantes y desfile permanente de las Suburban, las Gran Cherokee y las Cheyennes sin placas, nunca detenidas por los retenes semifijos de la Policía Ministerial, la Policía Estatal Preventiva y Policía Inrtermunicipal. 

Todas las residencias quedaron bajo vigilancia. Los agentes anotaron: 

“El 3 de junio de 2002 arribó un convoy de las Bases de Operaciones Mixtas Urbanas, así como un vehículo Hummer del ejército mexicano y cuatro patrullas de la Policía Ministerial, Estatal y Preventiva. Del domicilio salió un hombre de 28 años y 1.75 metros. Moreno claro, complexión regular y cabello corto. Platicó con los elementos y luego regresó a la casa. La patrulla se fue”. 

También se vigiló al menos una casa a la que vieron llegar, en una Ford Lobo Harley, a Édgar Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán. Se le siguió al Tec de Monterrey, unidad noroeste, en donde estudiaba. 

Los mismos teléfonos incautados dejaron bien clara la relación entre El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán. Las llamadas de uno de esos aparatos conectaba con Griselda López Pérez, entonces esposa del Chapo y socia de restaurante de comida china en la calle Álvaro Obregón del centro de Culiacán. 

Los federales siguieron las pistas de los teléfonos. Encontraron uno más en la colonia Las Flores, en Ciudad Lerdo, Durango. Pero esta línea estaba desviada a otra casa en la misma ciudad a donde llegaba un hombre al que todos reverenciaban y llamaban El General. 

Otros teléfonos registraban comunicación con varias casas de Culiacán y la empresa Nueva Industria de Ganaderos de Culiacán, con domicilios en Carretera Internacional Norte 1207, Venadillo, Mazatlán, cuya principal accionista es Rosario Niebla Cardoza, ex esposa del Mayo Zambada. 

“La señora Ana María Zambada García –hermana del Mayo– registra comunicación con el número telefónico perteneciente a Karla María Monge y, a su vez, éste con el que está a nombre de José Luis Castro Soto, personas que registra comunicación con el ingeniero Domingo Silva Monter”. 

El ingeniero Silva sería pieza clave en la investigación para desarticular a los infiltrados. Silva vendía equipo de comunicación e intercepción de llamadas directamente al cuerpo de seguridad del Mayo. A la vez, tenía relación con la célula de contrainteligencia compuesta por militares y ex militares subordinados al Chaky. 

Tras los seguimientos que se hicieron de los teléfonos de Torres Félix y las casas con que mantenían comunicación, la policía federal dibujó la red completa. 

La descripción del hombre de 28 años coincidía con la del Vicentillo, primogénito del Mayo, cuya primera esposa e hijas fueron ubicadas perfectamente de manera física en ese momento y luego ubicadas por agencias mexicanas y estadounidenses como principales lavadores de dinero del capo sinaloense. Estaba dada la posibilidad de capturar a familiares del Chapo presuntamente participantes de sus actividades ilegales. 

EL CAPITÁN PERICO

Si es cierto lo dicho por Iván Castro Sánchez o Pedro Bárcenas –las autoridades civil y militar creyó en su declaración del 13 de octubre de 2002–Comandante Perico, conoció en la neblina de tabaco y sudor del bar Pacinco, en el Distrito Federal, a un hombre que lo llevó ante Francisco Tornez. 

Pancho y Perico compartían un par de cosas: ambos habían pertenecido al ejército, los dos se hacían pasar aún por capitanes y los dos tenían modos de vender inteligencia militar al narco. 

Perico compraba la información a los militares del CIAN que luego entregaba los datos a Pancho Tornez. Al inicio de la relación recibía 2 mil o 3 mil pesos; al final, hasta 2 mil dólares por reporte. 

Las relaciones descritas por el militar desertor abarcaban generales. Uno de ellos fue Guillermo Álvarez  Nahara, ex director de la policía judicial federal. 

“Lo fui a ver en compañía de Venancio Bustos, ex militar –también con pasado en Inteligencia Antinarcóticos del ejército–, y Carlos Águila, agente federal de investigaciones en activo. Fuimos a ver al general, porque existe el rumor que lo iban a nombrar titular de la PFP. Lo visitamos en sus oficinas ubicadas a un lado del Banco del Ejército, pero el general nos dijo que ni siquiera sabía la existencia de ese rumor. 

“También recibo llamadas a mi celular de Adrián y El Brandon, quienes trabajaron anteriormente en el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN)”. 

Otra muestra de que Perico no sólo incorporó militares en activo a las filas de Juárez es Rubén Escalante Camarillo El Lobo, quien inició carrera en las armas en 1993 asignado como auxiliar de administración en el Campo Militar Uno de la Ciudad de México, donde conoció a Marcelino Arroyo López y a Perico. 

En 1996, El Lobo se empleó en una empresa relacionada con recursos humanos que era propiedad de la familia de Miguel de la Madrid como chofer escolta de los hijos del ex presiente –uno de ellos, Enrique, fue designado por el Presidente Enrique peña Nieto como director general de Banco Nacional de Comercio Exterior–. Perdió el trabajo el día en que la familia ex presidencial dejó México y se asentó en Europa. 

Lobo ingresó al CISEN como agente investigador. Salió en 2000 de manera directa a la Policía Federal Preventiva donde estuvo adscrito como suboficial, hasta su detención, en octubre de 2002, a la Dirección General de Operaciones Especiales. 

Desde ahí sirvió al Cártel de Juárez. Formalmente apoyaba el cumplimiento de órdenes de aprehensión del fuero común y del federal. Entre las revelaciones aportadas por El Lobo están los detalles que aportó sobre un cateo masivo previsto por la PFP en Culiacán. 

Perico fue también quien advirtió de la inminente persecución contra Javier Torres Félix, a quien se le imputó una masacre de 12 personas en Sinaloa. 

Las infidencias de los militares no sólo actuaban a favor de la seguridad de los líderes del Cártel de Juárez. Perico declaró que Arturo Hernández González El Chaky ofrecía dinero por la muerte de Osiel Cárdenas Guillén, el ex capo extraditado del Golfo. 

En la libretita con espirales de Perico, los policías encontraron un par de direcciones Paseos de Churubusco y Polanco, en el Distrito Federal. En ambas se leía un  nombre, escrito con su propia mano: Osiel. Los domicilios eran las oficinas de Cárdenas Guillén en la capital. Le fueron proporcionados por Marcelino Arroyo y terminaron en manos de Francisco Tornez. 

Otro nombre investigaba Perico en la red de infiltrados. Le fue anotado por Francisco Tornez en un trozo de papel de estraza: “Jerónimo López Landeros Mayo”, uno de los seudónimos con que las agencias estadounidenses identifican al Mayo Zambada. 

EL CAPITÁN PANCHO

Francisco Tornez Castro también se llamó Víctor Manuel Llamas Escobar. Pero le gustaba más ser el Capitán Pancho. 

Ingresó al ejército mexicano en el complicado 1968, año de la represión en Tlatelolco, y causó baja en 1975 con el grado de sargento primero, cuando se adhirió al grupo ENLACE –así lo identificó en su declaración– como miembro de la Policía Judicial de Guerrero. 

En ese grupo, puntualizó, participaban elementos de la PGR, la Policía Judicial Militar, la Policía Estatal de Guerrero y la Dirección Federal de Seguridad. Su función era combatir los restos de la guerrilla de Lucio Cabañas, muerto en 1974. 

Pancho entró por recomendación de un general sin mayor trascendencia y recomendado por el entonces teniente coronel Arturo Acosta Chaparro, director de la Policía Judicial y Seguridad Pública en Guerrero durante los años de la Guerra Sucia. 

ENLACE, pues, fue una denominación de la Brigada Blanca. A Tornez le tocó seguir al segundo en mando después de Lucio Cabañas. Al año y medio dejó la Brigada Blanca de manera formal y se convirtió en policía judicial de Durango gracias a la recomendación, esta vez, del propio Acosta Chaparro. 

Como judicial de Guerrero conoció a los hermanos Gustavo, Alfredo, Manuel, Otoniel Tarín Chávez, todos de la máxima confianza de Acosta Chaparro. También a Germán Bello Salgado, sargento segundo del ejército quien, al poco tiempo se convirtió en comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). 

Cuando la DFS desapareció en 1985, tras el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena por órdenes de Ernesto Fonseca –bajo cuyas órdenes inició carrera en el narcotráfico El Mayo Zambada–y Rafael Caro Quintero dadas a agentes y agentes de la misma policía política, el comandante Bello se mudó con mismo cargo a la Policía Judicial Federal hasta 1997, cuando fue dado de baja por un delito no especificado en el expediente de la justicia militar. 

Ese mismo año era ya “el secretario particular del Chaky”, según Pancho Tornez quien, para hablar con el jefe de sicarios del Señor de los Cielos, antes debía hablar con Bello y a éste le reportaba toda la información recolectada por la red de militares, agentes del CISEN, de la Federal Preventiva, de la Fiscalía de Delitos contra la Salud y de las judiciales estatales a los que Juárez tuvo en su nómina entre mediados de los noventa y mediados de esta década. 

“También conozco a Juan Parra Cortés. Es mi amigo y me presentó a Perico. También fue quien me consiguió la credencial de la Secretaría de la Defensa que me acredita como policía judicial militar. Es amigo del general Acosta Chaparro. 

“Y a Jaime Delgado. Es subsecretario de Seguridad Pública en Acapulco, Guerrero, ya que fue chofer de Acosta Chaparro y es a quien llamo para cuestiones de licencias y trámites administrativos”, declaró Tornez ante el ministerio público federal. 



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