Temible y despiadado, talló muerte a muerte su destino
Los líderes del cártel de Sinaloa dieron luz verde para la ejecución. Ya no podían controlar a Gonzalo Inzunza, quien para expandirse estaba matando a otros miembros de la misma mafia. Para acabarlo, los criminales informaron de su ubicación a las autoridades, y esos reportes resultaron en el enfrentamiento del 18 de diciembre en Puerto Peñasco, donde el cuerpo ensangrentado del líder de los criminales fue levantado por sus cómplices antes de huir, de acuerdo con testigos
En el ámbito criminal del cártel de Sinaloa, la cabeza de Gonzalo Inzunza Inzunza, el Macho Prieto, tenía precio.
Bajo las órdenes directas de Ismael el Mayo Zambada, a Inzunza lo acusaban de estar matando a “gente de su misma empresa”, y después fingir que no lo había hecho. Agentes investigadores concluyeron: con el argumento de que “era muy desobediente”, los líderes del cártel dieron la orden de asesinar al traficante los primeros días de diciembre.
El ajuste de cuentas lo encauzaron para que fuese el Gobierno quien acabara con la vida del Macho Prieto. Sus enemigos proveyeron a la autoridad federal información sobre el paradero del capo. Como quien dice, lo pusieron para una de dos: o lo capturaran o lo mataran.
Así inició la persecución que concluyó en balacera el miércoles 18 de diciembre de 2013 en una lujosa zona de Puerto Peñasco, Sonora. El resultado, cinco muertos. Después de la balacera, anotaron que uno de los muertos era precisamente el Macho Prieto, pero ni la PGR ni la Comisión Nacional de Seguridad confirmaron la identidad de ninguno de los cuerpos.
De hecho, al cierre de edición de ZETA, solo el comisionado nacional, Manuel Mondragón, refirió la balacera en Sonora. El 19 de diciembre de 2013 declaró que los cómplices de Gonzalo Inzunza se habían llevado el cuerpo del líder de la célula delictiva de la escena del crimen —aunque no tiene la certeza, aseguró, que se trató del cadáver— y agregó que se estaban haciendo pruebas de ADN con las muestras de sangre que quedaron en el lugar de los hechos para corroborar la identidad.
Conforme a su versión, solo cuatro cuerpos habrían sido levantados por la autoridad de la escena del crimen porque el quinto fue robado. Sin embargo, ZETA consultó con la agencia funeraria que resguarda los cuerpos en Puerto Peñasco y ellos informaron que a las seis de la tarde del miércoles 18 de diciembre recogieron los cuerpos y desde entonces todos los cadáveres permanecen en las instalaciones, resguardados por fuerzas militares.
Una vez más la política de no informar del Gobierno federal ha creado la incertidumbre respecto a los muertos en la balacera entre Fuerzas Federales y supuestos criminales comandados por Gonzalo Inzunza.
Para Inzunza, los problemas al interior del cártel sinaloense habían empezado hace tres años —de acuerdo con los reportes de inteligencia de 2011 del Consejo Estatal de seguridad— el Macho vivió en Tijuana por lo menos de febrero a junio de ese año, huyendo de los sicarios del mismo cártel para el que operaba.
El traslado se debió a que el 12 de diciembre de 2010, justamente en la carretera Sonoyta-Puerto Peñasco, había asesinado o mandado matar al joven Paulo Osorio Payón, el Pablo; “razón por la cual, José Manuel Torres Félix, el Ondeado, líder criminal en la mafia sinaloense y consuegro del Mayo, había dado la orden de asesinar al Macho”.
Varios grupos de criminales detenidos por el Ejército en posesión de arsenales en aquel tiempo en Sonora, declararon que Inzunza estaba comprando armas en Estados Unidos para enfrentarse a Torres Félix, quien fue muerto en octubre de 2012 en un enfrentamiento con elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional. En esas fechas el Macho regresó al Valle de Mexicali desde donde se traslada a Peñasco, que era su base de operaciones criminales.
Continuó invadiendo territorios de otras células delictivas y matando a sus socios criminales para controlarlas; por eso el segundo permiso para matarlo llegó en la primera semana de diciembre de 2013.
El infierno al puerto
La noche del miércoles 18 de diciembre, los cerca de 50 mil habitantes de Puerto Peñasco, Sonora, durmieron en la incertidumbre. El temor tenía que ver con la posibilidad que se suscitara un nuevo enfrentamiento, como el ocurrido la madrugada de ese mismo día en una zona conocida como Las Palomas, un conglomerado de condominios situado frente al mar.
Esa madrugada, un operativo militar encabezado por un equipo especial de la Secretaría de Marina llegó hasta la zona. Los resguardaban dos helicópteros y acordonaron toda el área.
De acuerdo con diversas versiones —todas extraoficiales— se dio una persecución donde los militares fueron apoyados por los dos helicópteros, incluso utilizando granadas para tratar de detener una camioneta que finalmente quedó completamente calcinada frente a una pequeña glorieta ubicada a la salida de los condominios. Ahí quedaron dos hombres muertos, ambos corpulentos, abatidos. Uno cerca de la camioneta, otro pegado a la banqueta.
Simultáneamente, en la entrada de los condominios se dio otro enfrentamiento, ahí quedó uno de los sicarios tendido boca arriba, en medio del camellón, con un rifle “cuerno de chivo” por un lado, abastecido con cargador de disco.
En el pasillo de acceso a los edificios vacacionales hubo más disparos, incluso en la pared del frente de uno de los condominios hay huellas de la refriega y el lujoso apartamento quedó ensangrentado. En total —de acuerdo con los testigos— hubo cinco muertos.
Los otros dos cadáveres quedaron tirados, sin resguardo policial, ni siquiera la cinta amarilla que se utiliza para salvaguardar la llamada escena del crimen. Durante horas, residentes de Peñasco cruzaban el lugar, daban vuelta en la glorieta, acercaban una cámara, un teléfono, lo que pudiera grabar y se alejaban a toda velocidad del lugar.
Estas personas subieron imágenes de las consecuencias del enfrentamiento a las redes.
Ese miércoles la autoridad suspendió las clases, las posadas, todos los actos públicos que se tenían agendados en este apacible puerto sonorense, caracterizado por la espectacularidad del paisaje y sus aguas mansas del Mar de Cortez.
Hasta el cierre de esta edición, oficialmente ninguna autoridad federal ha aportado información alguna, las redes sociales se han saturado con fotos, videos, comentarios sobre lo sucedido esa madrugada en Puerto Peñasco.
Las únicas versiones de autoridad las ofreció el alcalde de Peñasco y el procurador de Sonora vía Twitter. Y la última de Mondragón.
El munícipe, Gerardo Figueroa Zazueta, se apresuró a asegurar que “Puerto peñasco está tranquilo…”, invitando a los pobladores para que continúen con sus actividades cotidianas.
Mientras el fiscal Carlos Navarro solo confirmó los cuatro muertos y el enfrentamiento que se dio cuando agentes federales perseguían a presuntos delincuentes y la Marina acudió en apoyo.
“No estamos asustados, estamos desalentados”, dijo un residente del puerto ante lo que significa para los pobladores la mala publicidad por esos hechos de violencia.