La Estación, Michoacán— Ciudadano estadounidense originario de El Paso, Texas, Luis Antonio Torres González, es el segundo al mando de las autodefensas que luchan contra el cártel de los Caballeros Templarios.
Por su lugar de nacimiento, es conocido entre sus camaradas de lucha como “El Américano”. Y no es el único elemento de las autodefensas con vínculos con Estados Unidos: el líder principal del movimiento, el cirujano José Manuel Mireles, vivió varios años en Sacramento, California, y trabajó para la Cruz Roja.
Desde que resultó lesionado en un accidente aéreo a principios de este mes, la mayor parte del mando militar del movimiento ha quedado en manos de Torres González: un vendedor de autos de 34 años que residía en El Paso.
“El Americano” se unió a la milicia tras haber sido secuestrado en un viaje de vacaciones con la familia a Michoacán en octubre del 2012. Sus familiares vendieron terrenos e hicieron colectas para pagar los 150 mil dólares por su rescate.
Después de eso, comenzó a planear su venganza contra los Caballeros Templarios, junto con Mireles y otros, propiciando un alzamiento que comenzó el pasado febrero cuando los residentes de tres poblados —Tepaltepec, Buena Vista, y La Ruana— amasaron todos los rifles y escopetas que pudieron encontrar y tomaron el control del área.
Desde entonces, la autodefensa se ha expandido a más de 20 poblaciones, casi englobando la ciudad más grande de la región, Apatzingán, un bastión del cártel de la droga.
Los Caballeros Templarios tomaron represalias atacando subestaciones de energía eléctrica, quemando farmacias y tiendas de conveniencia. La milicia ha logrado lo que miles de soldados mexicanos y policías federales, apostados en Michoacán, no han podido hacer: ponerle un jaque a gran escala a los operativos del poderoso cártel de la droga.
Las autodefensas pronto se ha ganado seguidores, ha conseguido armas más pesadas y autos blindados. Algunas de las armas y camionetas parecen haber sido parte del botín de la batalla. Los críticos de la milicia dicen que algunos de estos recursos podrían estar siendo financiados por un supuesto cártel rival, la Nueva Generación, el cual opera en el estado colindante de Jalisco.
Los funcionarios del gobierno están preocupados de que la milicia se convierta en la misma especie de pandilla armada que le dio su origen. El cártel predecesor de los Caballeros Templarios comenzó utilizando una retórica similar sobre su intención de defender a la gente, pero del violento cártel de los Zetas.
El más reciente nombrado jefe de seguridad, enviado a Michoacán, Alfredo Castillo, advirtió que las autodefensas abusar de su poder.
“Se puede empezar teniendo una causa genuina, pero cuando se comienza a tener el control, el tomar decisiones y sentirse con autoridad… se corre el riesgo de llegar a ese punto”, dijo en la radio.
Conexión norteamericana
Jorge, Ríos, con once balas de rifle y una cruz plateada decorando su chaleco antibalas, perdió su trabajo como lavaplatos en Tucson por manejar sin licencia.
Santos Ramos Vargas, de 43 años, el más viejo del grupo, fue deportado de Menlo Park, California, tras ser detenido portando una pistola.
Adolfo Silva Ramos, estaría viviendo con su hija de dos años en el Condado de Orange, en lugar de estar aquí vistiendo una cachucha camuflajeada y botas militares, si no hubiera sido descubierto vendiendo mariguana y metanfetaminas en una High School de California.
Las dos docenas de hombres que se encuentran apostados haciendo guardia en un camino lleno de baches, que corta por en medio de estas arboledas de limones y maizales, son sólo una pequeña parte de un movimiento miliciano ciudadano —las denominadas “autodefensas”— que se ha extendido por las tierras bajas del oeste de México. Pero mientras contaban sus historias, aspectos en común comenzaron a surgir: muchos habían sido miembros de pandillas en Los Ángeles, trabajadores de construcción deportados de Texas, o trabajadores despedidos de la cosecha de manzana en Washington.
Un número importante eran inmigrantes de Estados Unidos que habían regresado a sus lugares de origen, algunos de manera voluntaria, pero la mayoría no. Habían regresado a enfrentarse al escaso mercado laboral del estado de Michoacán, pero en su lugar se vieron obligados a luchar por sus vidas contra el cártel de la droga de los Caballeros Templarios, el cual tiene el control de la región.
Se alzaron en armas debido a los abusos de extorsión cometidos y administrados por los Templarios. Se alzaron porque miembros de sus familias fueron asesinados o lesionados por sus enemigos. Porque el cargar una pistola de cacha plateada y recolectando los teléfonos celulares de marca de los narcos que han vencido como botín de guerra es más vigorizante que trabajar empaquetando pepinos.
Porque pueden sentir, al menos por una vez en sus vidas, la sensación de tener el control.
“Todos están con nosotros, toda la gente”, dijo Edgar Orozco, un ciudadano estadounidense de 27 años quien dejó su trabajo en un taller carrocero en Sacramento hace nueve meses para unirse a la lucha en contra de los Caballeros Templarios, quienes mataron a su tío y a un primo. “No vamos a dejar las armas. Nunca”.
Muchos miembros de las filas de este grupo, que está retando a la autoridad del estado mexicano, son hombres que han echado mano de su experiencia y formación que adquirieron en Estados Unidos , incorporando estos aportes al caótico levantamiento.
‘Estoy familiarizado con las armas’
Según lo admite, Moisés Verduzco nunca ha sido “un niño bueno”. Criado en un hogar sustituto en Hawthorne, California, pasó tiempo en la correccional de menores, en la cárcel del condado y fungió como miembro de una pandilla antes de ser deportado. “Estoy familiarizado con las armas”, dijo. “Se siente bien hacer lo correcto por primera vez”.
El movimiento ha cogido fuerza en parte debido a que los Caballeros Templarios se transformaron de ser una pandilla que traficaba con mentanfetaminas en una que comenzó a imponer duras demandas económicas sobre muchos residentes: a los vendedores se les requirió que pagaran al cártel 20 centavos por cada kilo que tortillas que vendieran y 30 centavos por cada kilo de carne.
Cuotas exigidas a cualquiera que fuera dueño de un auto, una casa o un terreno. Veinte por ciento de las ganancias de los clubes nocturnos. En una ocasión, la cosecha entera de un agricultor fue vendida a los Caballeros Templarios al precio y cantidad que ellos impusieron.
Para los inmigrantes que viven en Estados Unidos y que envían sus cheques de sueldo de su trabajo a México cada mes, este tipo de extorción se tornó inaceptable.
“Todos los que viven allá envían dinero a sus familias aquí, y ya nadie quiere seguir pagándole a los Templarios”, dijo Orozco.
A la ofensiva
Con su nueva fundada autoridad, estos poco entrenados pistoleros han asumido la responsabilidad por las decisiones que toman en materia de ley y orden, mientras que la Policía Federal y los soldados simplemente no hacen nada.
En un retén instalado en La Estación, los hombres de la milicia detuvieron a José Rodríguez, de 39 años, dueño de un pequeño taller mecánico. Rodríguez les dijo a los milicianos que estaba transportando en grúa una camioneta Jeep Liberty, de color gris, a Apatzingán, debido a que su taller no contaba con las refacciones necesarias para componer el vehículo. Los milicianos sospecharon que era robado.
“Espero que en el futuro las cosas mejoren, pero por el momento esto no está bien”, dijo Rodríguez. “Estas personas no pueden ser enjuiciadas”.
El propietario de la Jeep eventualmente arribó al retén con los papeles de la camioneta para aclarar la confusión. Mientras debatían, un oficial del pueblo, enmascarado con un paliacate apuntó hacia una Chevrolet Suburban de color negro que se acercaba por el camino.
“¡Hey hey! Paren a la camioneta. Es uno de ellos”, dijo. Los milicianos bloquearon el camino y bajaron al conductor de la camioneta de los vidrios polarizados.
“Esa camioneta la usa un tipo llamado Carmel”, dijo Silva. “Solía trabajar para los Templarios”.
La atmósfera, que una vez fue casual y chacharera, de pronto de tornó en algo más lúgubre y aterrador. La esposa y la hija del conductor fueron dejadas a un lado del camino para que tomaran un taxi, mientras Silva y los otros se llevaron al conductor a una choza donde almacenaban pepinos. Lo tiraron al piso y jalaron el frente de su camiseta blanca sobre su cara.
“¿Quién es tu cuñado?”, le gritó Silva, y luego lo pateó en las costillas. “¿Quién es tu cuñado?”/
Después subieron al hombre a una camioneta y se lo llevaron. Cuando regresaron, los milicianos dijeron que lo habían dejado con los policías federales, los cuales estaban apostados más adelante sobre el camino. “No estamos seguros si trabaja para los cárteles o no”, dijo Ríos, uno de los líderes de la milicia.
La mujer del hombre dijo que la familia estaba llevando a la hija a un hospital, debido a que se encontraba enferma.
Tras el arresto, Silva se sentó a descansar en una barricada de costales de arena mientras se comía un bolsa de chicharrones.
“Casi siempre estuve solo toda mi vida”, dijo. “Mi mamá nunca estaba en la casa. Nunca conocí a mi padre. Me la pasaba pelando con mi hermano. Simplemente prefería andar en la calle”.
Cuando fue arrestado en California por posesión de drogas optó por la deportación de manera voluntaria de regreso a México para evitar ser enjuiciado. Trabajó en una fábrica de cajas en el turno de la noche y transportaba rejas de coliflor a Michoacán. Cuando se le presentó la oportunidad de unirse a la milicia no lo pensó dos veces, y no tiene planes de dejarla.
“Sigue la grande, Apatzingán. Vendrá mucha gente a unírsenos. Básicamente los vamos a rodear. Todos vamos a llegar de diferentes direcciones, vamos a ser muchos”.
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Conozca a ‘El Americano’
Se llama Luis Antonio Torres
Tiene 34 años, y nació en Estados Unidos
Se unió a la milicia en busca de venganza, ya que los Caballeros Templarios lo secuestraron en 2012 durante unas vacaciones