“La Bonita” hasta hace unos meses llevaba una vida que define como “normal, como cualquier mujer”, pero hace poco más de tres meses, el ser testigo de las injusticias que comete el crimen organizado contra la población indefensa la llevó a unirse a las guardias comunitarias.
Originaria de una localidad enclavada en la Tierra Caliente, el miedo y la incertidumbre de saber quién sería el próximo muerto fue lo que la llevó a unirse a las guardias comunitarias.
Como ella, otras mujeres, han vivido en carne propia los abusos de Los Caballeros Templarios, y han encontrado en las autodefensas una forma de vengar el daño que ese grupo delictivo les causó en el pasado.
Este es el caso de otra joven de 22 años, quien dejó su localidad para unirse a las autodefensas, y aunque en algún momento planeó salirse del movimiento, el secuestro de una hermana, la hizo retroceder y permanecer ahí, apoyando la “liberación” del que hasta hace unos días era territorio templario.
Con la voz lastimada, la joven lamenta que no pueda estar con su familia, pues las amenazas telefónicas son constantes y le impiden volver a su pueblo, donde aún no se han levantado en armas.
Las razones por las que algunas mujeres han dejado sus hogares para unirse a la lucha de las autodefensas entretejen historias de injusticias, asesinatos, secuestros, extorsiones, hartazgo y dolor, eso reafirma su convicción de no abandonar a sus compañeros de lucha y seguir peleando hasta que la paz vuelva a los pueblos michoacanos.
Ellas, al igual que los hombres, portan armas y cargadores, algunas más osadas se han enfrentado a los criminales sin tener a la mano con qué defenderse, pero eso no las asusta ni las aleja del movimiento armado que defienden a toda costa.