Aguililla— Hasta hace algunos años era común ver cultivos de mariguana y amapola en la carretera que conduce a la cabecera municipal. Para los habitantes de este municipio que se ubica al sur de Michoacán, no era extraño observar sistemas de riego en las brechas para los cultivos de enervantes.
Convivir con los narcotraficantes en las calles y escasas avenidas de uno de los municipios más pobres de la entidad era algo habitual. Incluso, narran colonos, los capos eran muy socorridos en los bautizos que se llevaban a cabo en el municipio.
“Hace algunos años, para ninguna de las personas que habitan en la zona era extraño que el municipio de Aguililla era reconocido por ser una zona donde se cultivaba y vendía droga en pequeñas y grandes cantidades. Cada vez que había una venta, había una fiesta en el pueblo, había baile y diversión para todos. Todos ganaban”, recuerda Juan Carlos, quien a sus 70 años asegura haber conocido a la mayoría de los narcotraficantes que han controlado el negocio en el municipio.
El ahora abuelo de cinco hijos, comenta que la bonanza y la aparente “tranquilidad” tuvo un cambio al surgir grupos armados que además de controlar la producción y el mercado de drogas en la zona, comenzaron a extorsionar a los habitantes.
“Fue como hace 10 años. De repente llegaron a la comunidad algunas personas que se adueñaron del negocio. Eso fue degradándose en grupos armados que en un principio controlaban el trasiego de drogas y los cultivos, hasta que pasaron a controlar los precios y el mercado.
“Eso derivó en un cártel que no solamente controlaba la producción y el mercado de la droga, sino que además se dedicaba al cobro de cuotas a productores de madera, ganado, carniceros, cosecha, mineros, transportistas y comercios de la zona”, explica.
Juan o Juanito, como le dicen, comenta que el poder que en poco tiempo llegó a tener el crimen organizado fue capaz de implantar el precio de la tortilla, la carne, jitomate u otros productos de consumo básico que producen y consumen los pobladores.
“Ellos le prohibieron a los ganaderos vender la carne a otro comprador que no fuera ellos mismos. A los carniceros les impusieron el precio de la carne. A los jitomateros les cobraban por cada caja que vendían. El kilo de tortilla, que se vendía en 12 pesos, lo subieron a 18. En realidad a todos les pedían o cobraban cuota”.
Más de 30% de los habitantes comenzó a abandonar sus hogares, ante el aumento de las agresiones, desapariciones y violaciones sexuales.
No conformes con las extorsiones, “Los Templarios”, explica Silvia, dueña de un negocio de comida, se apoderaron de uno de los pocos sustentos que por años ha tenido Aguililla.
“Se adueñaron de la mina, ellos controlaban su explotación. Todo era ellos, nada era para la gente en el pueblo. Ese es uno de los grandes negocios que tenían en el municipio. De ahí sacaban mucho dinero, se hicieron ricos”.
El poder de la agrupación y el descontento de la población llevaron a que un grupo de personas se organizara y exigiera el cese de la violencia, ante la falta apoyo del alcalde, Jesús Cruz Valencia, quien desde junio pasado está desaparecido.
“Nadie nos hacía caso. Muchas veces pedimos el apoyo del gobierno del estado y nunca nos ayudaron. Al gobierno federal le pedimos apoyo, pero de poco sirvió. Si uno denunciaba los abusos o agresiones, enseguida llegaba un grupo de personas a la casa de la persona que los denunció. La sacaban de su hogar y la subían a su camioneta. Si bien les iba, los golpeaban o les pedían una cuota por acusarlos, pero algunos no tuvieron esa suerte, nunca regresaron a sus hogares”, relata Ignacio, dueño de una tienda de abarrotes.
A decir de los pobladores, muchas de las autoridades se encontraban cooptadas por el crimen organizado.
Desde hace algunas semanas, habitantes dicen que ha mejorado la seguridad y ha surgido un grupo de hombres armados, quienes dicen ser los que regresarán la tranquilidad. Conocidos como autodefensas, portan rifles de asalto y pistolas de alto calibre. Afirman ser pobladores de Aguililla y no pertenecer a alguna organización criminal o estar financiados por alguien. Aseguran que las armas las obtuvieron de decomisos que realizaron a criminales que había en la zona.
Hoy, en Aguililla, hay elementos del Ejército, de la Policía Federal y de las autodefensas. Todos armados.