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Entrenó DEA a guerrilleros en rancho de Caro Quintero

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La Agencia Central de Inteligencia (CIA), varios políticos mexicanos, un traficante alemán de armas y el asesinato del periodista Manuel Buendía forman parte de una trama que, de una u otra manera, involucra también al 'Cártel de Guadalajara', el cual dirigía en los años ochenta Rafael Caro Quintero, de acuerdo con un expediente del Gobierno de Estados Unidos elaborado por su Departamento de Justicia y clasificado como de máximo secreto.

Fechado el 13 de febrero de 1990, el documento –con una etiqueta en la cual se estampó el sello de “top secret”– contiene las declaraciones del ciudadano estadounidense Victor Lawrence Harrison, subcontratista y operador de la CIA en México, quien en los ochenta colaboraba con el 'Cártel de Guadalajara', con la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) y con la propia agencia estadounidense de espionaje.

“Entre 1981 y 1984, Buendía Téllez Girón (sic) recibió información de parte de otro periodista de apellido Velasco, de que en Veracruz, guerrillas guatemaltecas estaban siendo entrenadas en un rancho que pertenecía a Rafael Caro Quintero”, se lee en uno de los párrafos de la primera de cuatro páginas del expediente.

“Las operaciones/entrenamiento en el campo (rancho) eran dirigidas por la CIA, utilizando a la DFS para encubrirse”, subraya el documento. Las declaraciones de Harrison fueron hechas el 9 de febrero de 1990 a los agentes de la Administración Antidrogas (DEA) de Estados Unidos Héctor Berrellez y Wayne Schmidt.

En el expediente el nombre del declarante (Harrison) está tachado para proteger su identidad.

Lo identifica Berrellez que, en entrevista, explica: “Harrison era un operador de la CIA, lo sacamos de México y lo regresamos a Estados Unidos para que cooperara con la DEA en la investigación del homicidio de Enrique ‘Kiki’ Camarena (en Guadalajara el 9 de febrero de 1985)”.

El documento “top secret” es parte de la investigación del caso Camarena –la Operación Leyenda– de la cual Berrellez era supervisor cuando la DEA llevó a Harrison a Estados Unidos.

Berrellez sostiene que el Departamento de Justicia de Estados Unidos clasificó como “top secret” ese expediente y otros centenares más (recopilados en el transcurso de la Operación Leyenda) y los archivó como “riesgosos para la seguridad nacional” porque en ellos se menciona el involucramiento de la CIA con el narcotráfico mexicano, con las guerrillas centroamericanas y políticos mexicanos que colaboraban con los capos Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, entre otros.

De la información recopilada en el documento cabe destacar la mención del nombre del periodista mexicano a quien, según Berrellez, “asesinó la CIA” (Proceso 1929).

El homicidio de Buendía sigue envuelto en una nube de dudas, mitos, teorías y misterios. Es un verdadero thriller. Nunca se ha tenido certeza de quién o quiénes ordenaron la eliminación del columnista, mucho de cuyo trabajo exhibía las andanzas de los agentes de la CIA en México.

‘Contras’ y guerrillas

Respecto a los otros asuntos, el documento clasificado dice: “Harrison reportó que representantes de la DFS, quienes eran los encubridores y frente (de la CIA) para el campo de entrenamiento, operaban en colaboración directa con los capos del narcotráfico para garantizar el flujo de drogas por México para que pudieran llegar a los Estados Unidos”.

Harrison contó a los dos agentes de la DEA que la CIA, por conducto del entonces famoso traficante alemán de armas Gerhard Mertins, metía armas a México para desde ahí enviarlas a la Contra nicaragüense, amén de entrenar a guerrilleros en Veracruz.

Para cubrir el costo de las armas que la CIA le compraba a Mertins, las avionetas que enviaba a Centroamérica con el armamento regresaban a México cargadas de cocaína colombiana que luego vendía al Cártel de Guadalajara. Berrellez afirma que Harrison les insistió en el hecho de que la CIA ayudaba al Cártel de Guadalajara a meter la cocaína y otras drogas a Estados Unidos, lo cual facilitaba el trasiego de narcóticos.

Sin un orden cronológico de los acontecimientos, Harrison reveló a la DEA que Mertins trabajaba para la “familia Leaño”, los fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Entre otros personajes del mundo de la política, los negocios y del Ejército de México, en el documento destacan los nombres de Rubén Zuno Arce, Manuel Bartlett Díaz, de los hermanos priistas jaliscienses Juan y Eduardo Aviña Bátiz, del general Vinicio Santoyo Feria y del abogado Everardo Rojas Contreras.

A Harrison la DEA le advirtió que si mentía y lo comprobaba el NCIC, sería sentenciado a cinco años de cárcel.

Al general Vinicio Santoyo Feria, entonces jefe de la Quinta Zona Militar en Guadalajara, el expediente lo señala por su presunta relación con los capos del Cártel de Guadalajara que reemplazaron a Caro Quintero y a Fonseca.

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