De a poco, el presidente municipal de Apatzingán, Uriel Chávez Mendoza, se va quedando solo. Sus antiguos aliados de partido y de negocios lo van abandonando y ahora le hablan sólo para reclamarle airadamente sus pecados que lo llevaron al poder.
Antes, las cosas se decían en secreto, de puertas adentro, en pasillos y en voz baja, pero hasta hace algunas semanas ya nadie parece tener miedo de sacar los secretos al aire, de frente a las cámaras, a los periodistas y a quien lo quiera oír. Hacía calor ese martes 27 de marzo de 2014, como suele ocurrir apenas entra la temporada de primavera.
Todos los ventiladores de la reducida Sala de Cabildo del Ayuntamiento de Apatzingán estaban prendidos y ni así dejaban de sudar las nucas de las 30 personas que estaban metidas ahí, casi a la fuerza, agobiadas por el ambiente crispado, el sol inclemente y los reproches contenidos.
En medio de la sala y en la cabecera de la mesa ovalada en la que estaban sentados y apretujados los 12 regidores, el presidente municipal, el secretario del ayuntamiento, el síndico y la tesorera cayó como brasa ardiente y sofocante la petición del regidor del PAN, Martín Gómez Ramírez.
“Le solicito, señor presidente, que se incluya en la orden del día, que vayamos discutiendo los siguientes temas: la seguridad del ayuntamiento, el desvío de recursos y los aviadores que hay en la nómina oficial; porque yo creo que es hora que lo vayamos haciendo, y le pido de favor, que esto quede debidamente asentado en el acta y que se escriba tal cual, y no como una interpretación suya, como ha venido ocurriendo. Sin ediciones”.
El secretario del ayuntamiento, Eloy Vázquez López, un hombre alto, de piel oscura y cara redonda, se rascó la cabeza y se limpió con su pañuelo el sudor de las mejillas como preparándose para una batalla.
El funcionario accedió y tomó nota para incluir en el documento lo solicitado por el regidor, luego de que la votación no dejó lugar a dudas: ocho de los 12 regidores del Cabildo, de distintos partidos, estaban a favor de tratar abiertamente y ante la prensa local los espinosos puntos, que se incluían bajo los números 8, 9, 10 y 11, de los Asuntos Generales.
Pasados los primeros 20 minutos, nuevamente la voz atronadora del regidor se dejó escuchar en el apretado salón, luego de poner en la mesa un punto de acuerdo para que se votara que la seguridad del ayuntamiento —del edificio— fuera resguardada internamente por la Policía Federal y la seguridad personal que lleva consigo siempre el alcalde de Apatzingán, se mantenga al margen, sin intimidar al personal.
—Señores tengan vergüenza. Es un hecho que aquí, antes de que llegaran las autodefensas, la gente moría al por mayor. No por nada, somos uno de los lugares en el país catalogados como los más violentos, —dijo el regidor.
Y su comentario dio pie a explicar cómo él y sus homólogos habían sido llamados en varias ocasiones y desde que llegaron a ocupar el cargo, “al cerro”, a entrevistarse con Nazario Moreno ‘El Chayo’, Servando Gómez ‘La Tuta’, Enrique Plancarte, ‘El Kike’, y otros líderes del cártel de Los Caballeros Templarios.
Con ellos, “con la gente del cerro”, contaría después, convivían a la fuerza, firmaban a punta de cañón actas de cabildo de temas que nunca habían sucedido, en donde aceptaban que todo marchaba de maravilla para el pueblo de 120 mil almas, según el último censo poblacional, o bien, dando su autorización para realizar convenios con empresas fantasma.
Este es el ejemplo del acta firmada a la fuerza y fechada el 3 de abril del año pasado (2013) donde los regidores testificaron cómo estamparon su firma y autorización para que el alcalde realizara un convenio con una empresa denominada “Gestoría y Administración, S.A. de C.V.”, y a la cual se le destinaron 350 millones de pesos, por servicios jamás prestados.
También firmaban “de aceptado” su cooperación “voluntaria” de 20 mil pesos al mes descontada de su sueldo, para “la empresa”, que según explicó, se justificaba porque “la organización”, “andaba mal de dinero y necesitaba recomponerse”.
Dieciocho meses duraron “los descuentos”, uno tras otro, que además prometían Los Caballeros Templarios que serían devueltos al término de la administración, “cuando las cosas mejoren”.
—Nos decían que era como un préstamo, que nosotros aguantáramos, que era como una cooperación para sostener esta temporada de escasez; que ya vendrían tiempos mejores. Y no había manera de decirles que no, de resistirse, porque todo aquel que cuestionaba era amenazado y al otro día le amanecía muerto un ser querido.
El joven presidente municipal Uriel Chávez se revolvía incómodo en su asiento de plástico y un gesto de hartazgo le cruzaba la cara.
En un momento dado lo dejaron tomar la palabra por casi cinco minutos y se pronunció contundente, en un discurso repetitivo por “una nueva era” y adelantó que venían recursos millonarios del gobierno federal, como quien promete compatir un regalo.
Dijo también que ya había pasado lo peor para Apatzingán y que había, hoy día, seguridad para todos, que ya no había riesgos y que la felicidad había regresado al pueblo de mil 656 kilómetros cuadrados. Pasados los minutos, eso se volvió un soliloquio.
El alcalde recordó entonces cómo al regidor que lo cuestionaba lo había salvado de que lo procesaran cuando lo agarraron con armas y juró que había una real amistad entre Martín Gómez y él.
—Yo te considero mi amigo, y no quiero recordarte por qué estás tú sentado ahí. No sé por qué ahora te comportas así. No sé si aiga (sic) sido por cuestiones partidistas o intereses personales, pero yo les digo que tenemos que seguir para adelante, —señaló, mientras movía las manos hacia arriba y hacia abajo sosteniendo una pluma en la derecha, que utilizaba de vez en vez, como flecha hacia su principal interlocutor.
Como respuesta, el regidor panista le soltó otra bomba y le cuestionó airadamente sobre las extorsiones de la que son objeto, dijo, al menos todos los ayuntamientos (22) que gobierna el PAN.
Una vez más el presidente municipal negó los cargos y dijo que a él en lo particular “jamás” me han pedido un centavo.
Una vez más el regidor y alcalde se enfrascaron en un intercambio de palabras, mientras los demás eran mudos testigos que parecían no atinar a ponerse de ningún lado. Nadie refutaba, nadie discutía, ni asintió, ni defendió.
De nueva cuenta volvió al ataque y reventó:
—Yo le pido que me diga, aquí y ahora, de los aviadores. Dígame cuántos aviadores hay, porque todos los hemos visto, había hasta periodistas que trabajan para ellos.
El alcalde se ofuscó y levantó la voz esta vez para negar una vez más las acusaciones.
Lo último de esta ríspida reunión de casi una hora, fueron las acusaciones una vez más del regidor que dijo sentirse amenazado con todo y familia, después de que el alcalde, primo en segundo grado del abatido líder templario Nazario Moreno, le dijo por teléfono que si sus parientes, actuales autodefensas, no soltaban a unos policías municipales que había agarrado, “iban a correr ríos de sangre”.