Los secretos del túnel
Algo había de cierto en eso de que, durante el cateo, habían encontrado un túnel que se conectaba con el drenaje pluvial y que por ahí pudieron haber huido algunos de los que se encontraban en la casa.
Casi todo, respecto a ese tema, se manejó a nivel de mitotes y especulaciones. Incluso la PGR, que guardó silencio sobre los detalles del caso, negó extraoficialmente la existencia del túnel.
En realidad el túnel existe y lleva a la pared del drenaje pluvial, pues se constató en un recorrido que se hizo la tarde del jueves pasado.
El drenaje pluvial —que baja por toda la calle Bahía de Ohuira— nace en la calle Puerto de Ensenada, al final de la colonia Francisco Villa, a unos metros del bulevar Maquío Clouthier. Fue construido en 1994, cuando Humberto Gómez Campaña era presidente municipal y Renato Vega Alvarado (qepd) era gobernador. Tiene una longitud aproximada de 900 metros y desemboca en el canal Rosales, dando cauce al agua que baja de las colonias Infonavit Cañadas, Industrial Palmito y Libertad.
Es enorme, de alto mide dos metros, así que el propio gobernador puede salir corriendo por ahí sin necesidad de agacharse. Y mide de ancho 1.80 y hasta 2.20 metros en algunos tramos.
Si se ingresa al túnel por el canal Rosales, justo debajo del puente, hay que cruzar el bulevar Emiliano Zapata, luego hacer un trayecto de casi 200 metros por un costado de los patios de Home Depot hasta llegar a donde empiezan las colonias Francisco Villa y Vallado, en la calle Puerto de Altata.
No es difícil ubicar dónde está la casa cateada si alguien se guía por la cantidad de alcantarillas que va cruzando. Cuando se llega al lugar, destaca en la pared oriente del drenaje una gran mancha cuadrada, señal de que alguien rompió el concreto y luego se parchó el hueco. Se ve fresco el trabajo de albañilería si se compara con la edad de la pared, aunque no es fácil establecer cuánto tiempo tiene el parche.
La conclusión, a simple vista, es que alguien abrió un acceso que después fue cerrado. Más allá de la pared, lo que ocurrió antes, en los días o las semanas previas, lo que pasó el sábado, simplemente es un misterio.
Hay versiones de que por el drenaje se fugaron algunos hombres, pero si no hay una aceptación oficial de la existencia del túnel, menos habrá sobre lo que por ahí pudo haber pasado esa mañana.
Jefe gatillo
Su beligerancia trascendió entre el traqueteo de los fusiles, el olor de la pólvora y la sangre regada por culpables e inocentes. Era común, cuando ocurría un hecho delictivo, escuchar frases como: “Fue la gente del Cincuenta”.
Pero poco se sabía de él y aportaban más datos los corridos que la policía o los propios malandrines.
En uno de ellos se dice que su nombre es Francisco Torres y que es sobrino de Javier Torres, actualmente preso en México y de Manuel Torres, el Ondeado, muerto aparentemente por el Ejército hace unos meses. También presume ser alumno del Fantasma, preso por el Ejército en febrero pasado; del Bravo, jefe de seguridad del Chapo Guzmán.
Sin embargo, la Procuraduría de Justicia afirmó que uno de los gatilleros que había quedado muerto en la casa, de 32 años, respondía al nombre de Carlos Adrián Guardado Salcido. El otro, de 21, que aparece en fotografías en ropa interior, era Leonardo Quintero Barrera. Y que no tenía registro de ningún “Francisco Torres”.
Al Cincuenta se le buscaba cuando un grupo de sicarios balaceó a decenas de jugadores y aficionados en una cancha de volibol en la colonia Pemex, donde murieron ocho personas y siete resultaron heridas, entre ellas una mujer. Esto fue el 4 de noviembre de 2011.
A él se le achacó el ataque donde murieron, en febrero de 2012, cinco integrantes del grupo de gatilleros conocido como Los Ántrax, en la colonia Guadalupe Victoria, hecho que fue considerado como la respuesta del Cincuenta al ataque de estos en la cancha de volibol, tres meses antes.
Y más recientemente se le atribuyó, en corrillos del bajo mundo, el asesinato de Ismael Bernal Cristerna, el Mongol, en la colonia Buenos Aires, un sicario identificado con Gonzalo Inzunza Inzunza, el Macho Prieto.
Murió adentro de la casa. Los dictámenes forenses no fueron dados a conocer, pero los dos sicarios tienen el cuerpo limpio de heridas. Ambos con un solo disparo en la cabeza.
Los dos fueron velados en la funeraria San Martín, de Montebello. Los dos ataúdes juntos. El cuerpo del joven que murió enfrentando al Ejército fue trasladado a Ciudad Obregón.
Los dos fueron sepultados en Jardines del Humaya, dos camiones llenos de flores y coronas acompañaron los cuerpos y la música de banda los despidió hasta ya entrada la noche del miércoles.
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El general Miguel Hurtado parece decir una verdad a medias cuando afirma que sus hombres realizaban recorridos de rutina cuando fueron atacados. Una noche antes —trascendió de fuentes extraoficiales— un vehículo con impactos de bala y sus tripulantes fueron detenidos por elementos del BOMU en las inmediaciones de la Plaza Cinépolis. Eran, según las mismas fuentes, gente del Cincuenta.
Se especula que de ahí lograron datos para la ubicación de la casa de seguridad. Lo cual tendría cierta lógica por el tiempo que las dos camionetas y los diez militares permanecieron durante dos horas estacionados precisamente afuera de la casa amarilla con ventanales blindados.
Reporteros a la barandilla
Desde la noche del viernes, unas horas antes de que se presentara la balacera, habían tenido lugar hechos que pudieran estar relacionados. Reporteros de El Debate de Culiacán recibieron alrededor de las once de la noche el reporte de una balacera en la colonia Francisco Villa. Toribio Bueno, que cubre la sección policiaca y el fotógrafo Luis Pérez Meza, se trasladaron al lugar.
Encontraron, dijo Toribio, una patrulla de la Policía Municipal y una patrulla de Tránsito.
Los policías les dijeron que no había nada, que se retiraran. Pero sí había, porque una camioneta Chevrolet Pick Up estaba ensartada en un árbol. Los reporteros hicieron preguntas y los policías los conminaron a retirarse, argumentando que el área estaba asegurada. Los reporteros reclamaron que no había cinta amarilla por ningún lado y entonces un agente procedió a instalar la cinta dejando adentro del perímetro la camioneta de los periodistas. Se quejaron pero fue peor. El comandante Raúl Demetrio Herrera ordenó que se los llevaran a la barandilla, lo cual ocurrió no sin antes esposarlos.
Oficialmente la Policía Municipal no informó qué hechos habían requerido la presencia de sus agentes en el lugar pero se supo de fuentes indirectas que se trató de una persecución y que el conductor de la camioneta, que había cometido un asalto, terminó chocando contra un camión recolector de basura y luego contra un árbol.
Pero los periodistas no creen esta versión dado que si hubiera sido una persecución, la cantidad de patrullas y de agentes hubiera sido mucho más grande. Y que en todo caso, porque si era una persecución las patrullas que participaron no llegaron hasta la zona donde, horas después se sabría, había una casa de seguridad del Cincuenta.