Antes de abandonar el Centro de Ejecución de Medidas Privativas de la Libertad (Cempla), Édgar, El Ponchis, trazó la siguiente etapa de su vida. El adolescente de 17 años de edad omite su pasado en la delincuencia, como sicario de una célula de los Beltrán Leyva. Al fin de cuentas, afirma, “yo ya pagué”.
El llamado “niño sicario” se define como un hombre diferente, que reflexiona, piensa y anhela formar un hogar. En la primera entrevista con un medio de comunicación, el adolescente que saltó a la fama cuando se divulgaron videos en donde torturaba y degollaba a sus adversarios de un cártel distinto y a víctimas de secuestro, habla sobre su enclaustramiento de tres años en el municipio de Miacatlán, ubicado al sur de Morelos.
—¿Te llegó la soledad, te castiga mucho la soledad?
—No, pues, gacho, aquí está cabrón, pinche infierno, ¿no?
—¿Y qué se piensas cuando estás encerrado en cuatro paredes?
—No, pues, trabajar y formar una familia, un bienestar y un futuro.
—¿Cómo te imaginas de grande, de 18, 20, 25 años, cómo te ves?
—Yo ya me estoy viendo como un hombre de bien pa’ la sociedad.
Con esa mentalidad, Édgar, hijo de padres mexicanos, pero nacido en San Diego, California, Estados Unidos, fue puesto en libertad la madrugada del martes en medio de un fuerte dispositivo de seguridad que lo entregó al Instituto Nacional de Migración en Morelos. De ahí lo escoltó la Policía Federal hasta la ciudad de México para tomar un vuelo y llevarlo a San Antonio, Texas, informó el secretario de Gobierno, Jorge Messeguer Guillén.
Su destino inmediato, dijo la juez de Ejecución de Medidas Sancionadoras, Rosalía Martínez, es el albergue de una organización civil en EU para completar su rehabilitación, porque la Ley de Justicia para Adolescentes registra un vacío en ese tema.
Admitió que en ningún caso se puede garantizar la reinserción integral de un adolescente en conflicto con la ley. “Se trabaja con lo que se tiene y los alcances del Tribunal Unitario de Justicia para Adolescentes y el Centro de Ejecución de Medidas Privativas de la Libertad para Adolescentes terminan cuando concluye la medida sancionadora privativa de la libertad de los menores de 18 años”, explicó.
Comentó que la repatriación o el retorno asistido fue determinado para salvaguardar su integridad y sus datos personales. “Lo que se buscó fue protegerlo de las mismas causas que lo llevaron a cometer conductas antisociales, pero sobre todo de la persecución de la prensa y su estigmatización”, precisó.
La salida anticipada de Édgar —seis días antes de cumplir con su sanción— fue la primera aplicación de esta medida que concede la Ley de Justicia para Adolescentes. Y su retorno asistido, explicó la juez, fue posible porque lo consintieron sus familiares y el consulado estadounidense. Los gastos de traslado y el vuelo de avión fueron a cargo del Instituto Nacional de Migración.
Para el legislador priísta Matías Nazario Morales, presidente de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso local, la ley le quedó a deber a la sociedad, a los familiares de las víctimas.
José Manuel Serrano Salmerón, primer fiscal que integró la investigación contra Édgar, recuerda que en la audiencia de vinculación el menor nunca modificó su estado de ánimo, ni con las 300 fotografías del expediente y la declaración de 46 testigos que lo imputaban.
Uno de esos testimonios fue el ocurrido en agosto de 2010: alrededor de 01:00 horas, Édgar y más de tres sujetos viajaban en dos camionetas en Cuernavaca; le cerraron el paso a un auto y bajaron con violencia a sus víctimas: cuatro hombres. Los llevaron a Jiutepec, los torturaron y asfixiaron. Después seccionaron las cabezas y varias partes del cuerpo y los llevaron a la México-Acapulco, donde deslizaron los restos al vacío. Pusieron una cartulina y los genitales sobre el asfalto, cita la averiguación federal AP/PGR/MOR/CV/726/2010-II.
Quiere una nueva vida
Días antes de abandonar el Cempla, Édgar fue entrevistado por teléfono. Dijo sentirse “bien, diferente”. En ese momento sus familiares decidían llevarlo a Estados Unidos, pero él prefería quedarse en México.
Sobre en qué trabajar, mencionó que “pues, sinceramente, lo que esté a mi alcance. Yo no pido, a modo de que yo pueda llevar mi situación”. “La verdad es que salgo y he pensado irme pa’ allá y cambiar mi vida”, afirmó el adolescente.
—¿Y cómo te sientes después de estar tres años en el Cempla?
—No, pues, yo la verdad he pensado y ya reflexiono las cosas porque allá afuera no pensaba nada.
—¿Has hablado con tu mamá allá en Estados Unidos?
—No, pues, por el momento ahorita no, pero cuando llegué, sí.
—¿Qué te dijo?
—No, pues, me dijo que qué había pasado, que por qué me detuvieron acá. No se la creía, pues.
—¿Le dijiste que irías?
—No, pues, le dije que me iba a ir con ella para formar una nueva vida y ya no pude llegar.
—O sea, ¿tú ya querías cambiar de vida desde que te detuvieron?
—Sí, pues, yo ya iba para una mejor de vida, consciente de que ya iba a cambiar, que ya me iba a dejar de mis mamadas.
—Y ahora, ¿cómo piensas?
—No, pues, ya dije, ahorita ya reflexioné algunas cosas y siento que hay motivación para otras. Ya no es lo mismo. Positivo ahora.
—¿No te da miedo aquí afuera?
—Me preocupa más que nada, pero miedo, no.