Otro de los organismos que había advertido una fuerte batalla en Tamaulipas por el control de las drogas es el Centro Woodrow Wilson que en julio pasado, en un análisis conjunto con Insight Crime, señalaba que uno de los retos para el “Z42”, era mantener ciudades tamaulipecas, como Nuevo Laredo, bajo control. Los Zetas consideran a Nuevo Laredo como su casa.
Es el lugar donde su modelo –controlar territorio, ‘cobrar piso’ y mover drogas (en ese orden)– tiene su manifestación más clara. También es su fuente de dinero más importante, sobre todo desde que perdieron el control de Monterrey.
La ciudad tiene también un significado histórico para el grupo delictivo: Fue donde crecieron el Z40 y su hermano Omar, y aún cuentan con familiares y una presunta base de apoyo allí. “El cambio de poder de un grupo a otro puede ser sangriento y funesto para cualquier residente de Nuevo Laredo que participe voluntaria o involuntariamente en las operaciones de los Zetas.
Es allí donde los Zetas pasaron su primera prueba militar al resistir una ofensiva del Cartel de Sinaloa entre 2004 y 2006, consolidando su reputación”, concluye el análisis conjunto. En Nuevo Laredo fue donde los zetas tomaron por primera vez el control de la policía, la oficina del Alcalde y la ciudad en sí.
También donde lograron amordazar a la sociedad civil y a la prensa local, desarrollando medios para controlar los mensajes y la percepción pública en las áreas bajo su control. “Así mismo, parece ser la zona donde el último de la primera generación de los líderes de los Zetas, el Z42, puede llevar a cabo su batalla final, o evolucionar hacia algo parecido a un grupo criminal más caballeroso”, destaca el análisis.
“Los tiroteos de Matamoros podrían ser un presagio de lo que vendrá para Tamaulipas, uno de los estados más violentos de México. Los Zetas, que comenzaron como el brazo armado del Cartel del Golfo, se separaron de la organización en 2010. Ambos han estado luchando una feroz batalla territorial desde entonces”, advierte Insight Crime.